En mi colaboración anterior expuse que culpamos de las guerras a los fabricantes de armas, a los dueños del gran capital y a los políticos; pero no pensamos por qué la mayoría de mujeres y hombres aceptan combatir, en vez de oponerse masivamente a la guerra.
Las respuestas de la historia son que las motivaciones usuales son los nacionalismos, las razas y las religiones.
Que mujeres y hombres están dispuestos a luchar por el predominio o la defensa de su patria, raza o religión.
Pero si analizamos esos motivos, hallaremos que solamente son los causantes cuando son exaltados hasta el delirio por los gobernantes y los dueños de las armas y del gran capital que obsesionados por las conquistas, el poder y la riqueza los utilizan como detonantes.
Así, pues, para evitar las guerras o reconstruir la paz, todos deberíamos cultivar en nuestro interior a un libre pensador, esto, es no dejarnos influir por dogmas y fanatismos; examinar críticamente las ideas y acciones religiosas y políticas buscando su fundamento e intención; y como ciudadanos fomentar y fortalecer la convicción que los gobiernos son meramente los órganos ejecutivos de la voluntad social.
Romain Rolland, pacifista universal, dice: “Los responsables de las guerras son los hombres sometidos al dinero, los intelectuales y la prensa que convierten en sus instrumentos a los gobernantes, esos fantoches trágicos de teatro de títeres; así como los pueblos que por su fatalista sumisión y su remoto fondo de salvajismo místico, se entregan sin defensa a la mentira y la locura que los llevan a matarse mutuamente”.
Agrega: “El amor a mi patria no quiere que yo odie y mate a los que aman a otras patrias.
Quiere que los honre y trate de unirme a ellos para el bien común”.