He dedicado mis últimas colaboraciones a la guerra entre países. Ahora escribo acerca de una de las especies de las guerras intestinas, porque su concepto es aplicable a la violencia interior que padecemos.
El politólogo Kalevi J. Holsti, en la entrevista que tuvo con Adan Jones, publicada en Istor, revista de historia internacional, habla de las guerras de tercer tipo, como una especie de las guerras que ocurren al interior de los países.
El entrevistador preguntó ¿Podría empezar con el concepto de las guerras del tercer tipo? Holsti contestó: “La incidencia de las guerras entre Estados ha disminuido desde 1945, y ha aumentado el número de guerras al interior de los Estados.
Desde 1945 la mayoría de las víctimas han perecido a manos de sus propios gobiernos o bien de milicias compuestas por sus propios vecinos, es decir, no son imputables a ningún ejército extranjero.
Para comprender este tipo de guerra es necesario incursionar en una serie de cuestiones que generalmente no se incluyen en los estudios tradicionales.
Son diferentes porque en muchas de las guerras actuales quienes participan no tienen como objetivo ganar la guerra, sino desarrollar una cultura de la guerra que les permita obtener un beneficio personal a partir de las múltiples prácticas criminales de que se valen para dar curso a su propia violencia”.
Ahora bien, es importante tratar este tema porque las guerras del tercer tipo provocan, como las otras, aunque con distinta intensidad, daños estructurales, sociales e individuales.
El Estado pierde la capacidad de gobernar; se frena el desarrollo económico; muchos sufren de orfandad, o el duelo por pérdidas sufridas; y todos vivimos un estado de ansiedad y desconfianza por el miedo a la violencia. Estas consecuencias, hasta ahora ignoradas, reclaman con urgencia la atención del gobierno.
