Henry Kissinger, como académico y diplomático, popularizó el término de la geopolítica como un referente en la política exterior estadounidense durante los años 60 y 70, a fin de definir un enfoque realista del poder de EU en el mundo.
El papel global que representaba EU, al constituirse pasada la segunda guerra mundial como el árbitro del mundo, dio un equilibrio geopolítico que durante décadas se mantuvo, y a la llegada de Trump se dio un giro, rompiendo dicho equilibrio:
Se imponen aranceles desproporcionados a China como herramienta de presión, se tensa la relación con Rusia al no concluirse la guerra con Crimea, se castiga por igual a sus socios de la Unión Europea, y por supuesto a México y Canadá en la renegociación del T- MEC.
En este giro en el equilibrio geopolítico ha predominado la confrontación, por lo que se dibuja un mundo multipolar, en donde la geopolítica ya no es conducida desde Washington.
Sin embargo hace unos días, ante la incursión de drones rusos que violaron el espacio aéreo de Polonia, el mandatario norteamericano al solidarizarse con el presidente de dicha nación envió un mensaje que puede interpretarse como un intento de fortalecer nuevamente sus vínculos con la Unión Europea y la OTAN, a través del respaldo en acciones militares, diplomáticas y económicas, lo que vendría a fortalecer su estrategia geopolítica y electoral.
Ante este escenario se vislumbra que la mayor preocupación de EU es China, que recientemente ha logrado alianzas con Rusia, India y Corea del Norte, por lo que la estrategia de Trump es mostrar musculo en tres frentes clave: Europa, México y Canadá, estrategia que, de tener éxito, afianzaría su liderazgo frente al avance de China y Rusia.
En el anterior escenario podría haber una explicación del por qué en la reciente visita de Marco Rubio a México se abordó este tema con mayor prioridad que la cooperación bilateral en la lucha contra el crimen organizado o las negociaciones en el aspecto económico previas a la revisión del tratado, ya que en este momento para EU, tiene mayor trascendencia que su dimensión geopolítica sea más amplia, y México como vecino estratégico es un actor clave en la disputa de EU y China.
Dos posibles lecturas políticas de la narrativa que se dio en los medios de comunicación después de la reunión con la presidenta Sheinbaum, una fue la que se enfocó a la opinión pública a fin de generar una percepción positiva, resaltando la cooperación contra el crimen organizado, y otra muy distinta dirigida a la élite política que toma las decisiones, a fin de asegurar que México no se incline hacia China en materia estratégica y económica.
Lo interesante será hasta dónde puede llegar México en su relación con China sin afectar la convivencia histórica con EU, que sin duda constituye el mayor reto en años de la diplomacia mexicana. En la percepción de Washington, México puede ser actor clave en la disminución de los intereses del gigante asiático en la región