Ayer, a eso de las 11 de la mañana, una veintena de camiones ocupó el Periférico en Ciudad de México. El primero de ellos traía una manta al frente que decía Ayotzinapa. Por seguridad, la policía de la capital los escoltó, cerraron entradas mientras ellos pasaban. Pero la prevención llega hasta donde los prevenidos quieren.
Llegaron a avenida del Conscripto, se hizo una manifestación y algunos de los que ahí estaban estrellaron y quemaron un camión que tomaron ahí mismo en la puerta del Campo Militar número uno, muy cerca de las oficinas centrales de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Aquí estamos, 11 años después de la trágica noche en Iguala.
Dijo en la protesta el representante legal de los padres: “nos preguntamos, esta institución, ¿de qué privilegio goza en un tema tan emblemático de desapariciones? Que sigue ocultando la verdad. Se sigue burlando del dolor de los padres y madres de los 43 al seguir negando los archivos que hay en poder de la Sedena; por eso, compañeros, mientras no tengamos información, mientras las investigaciones no avancen, esta línea que tiene que ver con el Ejército mexicano, para los padres y madres, seguiremos señalando que se tiene que mantener”.
Once años después. Tres gobiernos. Un ex procurador en prisión domiciliaria, un fiscal especial huido del país bajo amenazas, otro corrido de su puesto por razones que nada tienen que ver con su pésimo desempeño.
Hay decenas de arrestados, liberados, pocos sentenciados, otro tanto convertido en colaboradores de los investigadores.
Ahí están las organizaciones: que si la OEA, que si la ONU, que si el GIEI, ahora la CNDH, que si los argentinos de antropología forense; miles y miles de páginas donde cada uno cuenta lo que dicen que encontraron o concluyeron.
Más miles de folios en los expedientes de la procuraduría/fiscalía, muchos de ellos contradictorios entre ellos. Hay películas, pódcast, documentales varios, libros, más libros y ya ni digamos reportajes y columnas.
Creer las afirmaciones de unos u otros en la arena pública se ha vuelto un asunto de fe. No de hechos y responsables porque hay tantas versiones que quién se atreve.
Una cosa sí sabemos. Los padres no saben dónde están los 43. Ni cómo o por qué desaparecieron. Aquí estamos, 11 años después de esa trágica noche.