Política

Las Villas: retrato de una estafa

Los intereses inmobiliarios hacen del aspiracionismo un aliado para la venta. Los cotos y desarrollos inmobiliarios se califican de “Cielo”, “Manantial”, “Bosques”, “Puertas del Ángel”, “Bosques de la Esperanza”, “Colina Real” o “Los Molinos”. Buena parte de los desarrollos son invasiones de zonas que eran fundamentales para el equilibrio ecológico de la metrópoli. Por eso el nombre mismo resulta hasta un chiste cruel: te venden bosques y paraísos terrenales cuando su negocio nace de su destrucción. Inversionistas privados coludidos con autoridades, fueron devorándose el Nixticuil, Los Colomos, la Primavera, y cualquier zona relevante para una Guadalajara templada, con agua y no contaminada. 

Las Villas Panamericanas fueron un paso en esa dirección. De un día para otro, nació Avaterra. Así se llamaba el nuevo desarrollo inmobiliario que aprovechó las Villas para llenarse los bolsillos de dinero. Luego de más de una década sin saber qué hacer con las Villas, un acuerdo entre privados y pensiones del Estado permitió que los departamentos de las Villas comenzaran a venderse. Escuchamos anuncios en radio, publicidad en los periódicos, hasta espectaculares en Los Cubos. En menos de un año, la gran tropelía de desarrollar inmobiliariamente en zonas ambientalmente vulnerables y afectar espacios de recarga de agua, se había normalizado a un punto obsceno. 

Esa normalización no sólo es de los políticos o del grupo empresarial Green Life Capital encabezado por Jaime Moreno y cercano a ex candidatos (Jaime Moreno, el empresario detrás del proyecto inmobiliario, pagó el desatape de José María Martínez como candidato a la Alcaldía de Guadalajara). Como sociedad mostramos otra vez esa apatía tan característica de aquellos que habitamos estas occidentales tierras. Nos indignamos porque invaden ese corazón ambiental que es nuestro Bosque de la Primavera, pero nadie mueve un dedo ni para manifestarse ni para buscar parar el atraco inmobiliario. Nos indignamos en Facebook y en Twitter, pero no pasa de ahí. Y luego nos preguntamos porque alcanzamos los 40 grados en Mayo, o caen tormentas como monzones o se incendian miles de hectáreas cada año. Las autoridades han sido incapaces de detener a los sátrapas que hacen negocio con aquello que es de todos. Las declaraciones de Pablo Lemus y Verónica Delgadillo podrían ser una señal de que eso puede cambiar. 

Más allá de todo este debate, la Villa Panamericana, sólo ella, es símbolo de las dinámicas nocivas que lastiman y han lastimado a Guadalajara por décadas. 

Primero, se hicieron las Villas pensando en complacer a Mario Vázquez Raña y todo el entramado de negocios panamericanos, y nunca pensando en el futuro de la ciudad. Esto lo escribo para aquellos que creen que Guadalajara debe planearse pensando en cuatro partidos del mundial. ¿No aprendemos de nuestra historia o qué? ¿No sabemos qué pasó con Qatar después del mundial de 2022? Infraestructura hecha para el negocio deportivo, pero los habitantes quedaron igual o peor que antes de la justa. 

Segundo, negocios privados con dinero público. La Villa Panamericana contó con 260 millones de pesos de inversión de los trabajadores del Estado. A cambio recibió 111 departamentos. A cobrarse a “lo chino”, sólo si hay ventas. El gran negocio quedó en manos de unos cuantos familiares que formaron Green Life Capital y orquestaron una trama para enriquecerse. La cosa no acaba ahí. La trama presupone una triangulación de recursos y operaciones ficticias por más de 100 millones de pesos con el objetivo de capitalizar la empresa. Supuestamente eran recursos para créditos interempresariales o apoyos sectoriales, pero quedaron como el capital semilla de la empresa que explotaría las Villas renombradas como Avaterra. Capitalismo de cuates. 

Tercero, existe todavía una idea trasnochada de que “nada se puede destruir”. Entiendo perfectamente que era necesario reponer el dinero de los trabajadores que se había hipotecado en la Villas. No obstante, había otras formas de hacerlo. Si los empresarios invirtieron en un desarrollo nocivo para la ciudad, la obligación de un Gobierno es decirles: no se salvará con dinero de todos, el negocio de unos cuantos. Derribar las Villas era y es un mensaje muy poderoso. Sobre su tumba, yo plantaría un árbol con una placa que dijera: nunca más negocios corruptos que hipotecan el futuro de las y los tapatíos. El futuro de Guadalajara es más importante que los dividendos de Green Life Capital. 

El Gobierno que encabeza Pablo Lemus y la Fiscalía de Jalisco tienen una oportunidad para dar dos mensajes contundentes: no se tolerará la corrupción y se protegerá aquello que nos garantiza una ciudad vivible, verde y armónica. Los negocios de unos no pueden estar por encima de los intereses de nuestros hijos y las generaciones que vienen. Siempre hay que ser respetuosos de las aportaciones pensionarias de los trabajadores y los legítimos propietarios que fueron engañados y compraron en ese fraude llamado Avaterra. Las Villas es un símbolo de aquello que no puede volver a pasar. 


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Enrique Toussaint
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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