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Deseamos y por eso llamamos bueno

Por más que la retórica del libre albedrío insista en que elegimos lo que queremos, la fenomenología de nuestros deseos sugiere algo más inquietante: 

que no partimos de un análisis de lo bueno para luego quererlo, sino que primero lo deseamos y después lo declaramos valioso. 

La irrupción de un deseo no se produce por deliberación, sino como un acontecimiento que nos sorprende, y al que luego damos sentido.

En ese sentido, la estructura del querer se asemeja a la del “darse” husserliano: el objeto deseado se presenta en la conciencia no como producto de una operación racional previa, sino como algo que emerge con un valor precognitivo ya inscrito. 

Solo después, a veces en fracciones de segundo, fabricamos una narrativa justificativa, una especie de tribunal interno que, retroactivamente, declara que aquello deseado “es bueno”.

Este mecanismo recuerda al dictum de Spinoza: “No deseamos las cosas porque son buenas, sino que las llamamos buenas porque las deseamos”. 

La bondad no es causa del deseo, sino su consecuencia hermenéutica. 

Así, el juicio moral se pliega sobre el impulso, como una sombra interpretativa que legitima lo que ya ha surgido en nuestra psique.

Podría decirse que este proceso es una economía psíquica de coherencia: al adjudicar bondad a lo que ya deseamos, evitamos el displacer cognitivo de reconocer que lo valioso no siempre proviene de un examen racional. 

Pero en esa evitación hay algo más profundo: la necesidad de habitar un mundo donde nuestros impulsos no nos aparezcan como arbitrarios, sino como portadores de un sentido intrínseco.

En resumen, no deseamos lo bueno, sino que hacemos bueno lo que deseamos, y este acto de refrendo subjetivo es uno de los hilos más finos y más invisibles, con los que tejemos la trama de nuestra vida moral.

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Eduardo Emmanuel Ramosclamont Cázares
  • Eduardo Emmanuel Ramosclamont Cázares
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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