Más incertidumbre, más miedo, más angustia.
Millones de personas experimentan estos sentimientos y emociones ante el escenario de una posible deportación que, en el mejor de los casos, les hará perder todo lo que tienen: sus bienes materiales y sus sueños.
En el peor de los casos, los obligará a separarse de sus seres queridos.
El origen de esta emergencia humanitaria no es un desastre natural ni una tragedia imponderable; es una decisión política.
Primero, la elección de un modelo económico que los excluyó de sus países de origen y, ahora, una orden ejecutiva que decreta su persecución.
Trump ordena cruzar algunos límites de la razón humanitaria que hasta ahora se habían mantenido en Estados Unidos.
Lo que se conoce como áreas sensibles —refugios, escuelas, funerarias e iglesias— eran espacios donde las personas migrantes sabían que podían sentirse seguros. Ya no.
La voluntad del presidente de la nación más poderosa se enfrentará a la oposición de los jueces que no respalden esa orden de ingresar a esos espacios para realizar redadas y detenciones, y también a la resistencia pública que han manifestado algunas iglesias cristianas, al negarse a permitir el ingreso a sus instalaciones para atacar migrantes.
La obispa Mariann Edgar Budde, durante el oficio al que asistió Donald Trump en la Catedral de Washington, hizo una plegaria para que el poder político tuviera compasión de todas las personas que, en estos momentos, tienen miedo porque se sienten vulnerables ante las acciones políticas en su contra.
Si bien la obispa Budde apeló a sus convicciones religiosas, sus palabras son un poderoso recordatorio de que la política, en su origen y en su totalidad, debe entenderse como una expresión de compasión.
Cuando la razón de ser de la política deja de ser, en la teoría y en la práctica, el cuidado del bienestar colectivo y la empatía hacia los demás, se abre la puerta para que funcione prioritariamente como herramienta de control y fascismo.
Un gobierno democrático materializa sus políticas en acciones sistemáticas a favor de los más vulnerables y en el propósito de erradicar esa condición.
De lo contrario, es una democracia débil y fácil de pervertir.
IG @davidperezglobal