Me invitaron a un taller y me pidieron “hablar de equidad” en diez minutos, al final del día, después de finanzas y estrategia.
Miré el programa y entendí el mensaje: lo importante ya había pasado.
Lo demás era “sensibilización”. Pasa en las reuniones de trabajo o vecinos y en la Asamblea General de la ONU.
La formación en liderazgo que omite debatir equidad, identidad y poder no es neutral: es una omisión cómplice que reproduce daño.
Si queremos organizaciones que colaboren de verdad, necesitamos un liderazgo que se entrene para nombrar y redistribuir el poder, no para maquillarlo.
Cuando digo “equidad”, ¿hablo de trato idéntico o de reparación de asimetrías? ¿“Identidad” es biografía o posición social que abre/cierra puertas? He visto programas enteros naufragar por esta niebla.
Dugan y Henderson describen un “silencio radical sobre la equidad” en el desarrollo de liderazgo y denuncian la falta de debate como una omisión estructural (2021).
Muestran el mismo vacío conceptual en la investigación sobre cómo se forman líderes e identidades de liderazgo.
Sin definiciones operativas, lo ético queda en el póster.
Dirigir equipos que dependen de la colaboración entre personas con cualificaciones y jerarquías distintas sin entrenar a los líderes para ubicar su posición (quién decide, quién carga costos, quién habla sin interrupciones), el “liderazgo” termina siendo carisma con micrófono.
El resultado es previsible. La minoría que siempre habló decide otra vez, la promesa de colaboración se reduce a logística.
Se necesitan prácticas concretas: reglas de turno, comités con mayoría de voces marginadas en decisiones que les afecten, revisión de incentivos y protocolos de queja que sí reparan.
En las reuniones se traduce así: presupuesto para participación, traducción, guarderías, rotación de moderación, evaluación de clima psicológico por subgrupos, metas de decisión compartida y rendición de cuentas pública.
Si no cambia quién define el problema, no cambiará la solución.
Un liderazgo que no redistribuye la palabra, el riesgo y el poder no lidera: administra la desigualdad.
Me quedo con una tarea incómoda y práctica. En mi próxima reunión, ¿qué regla cambiará quién habla y quién decide?
Si el liderazgo que se practica no modifica la distribución real del poder, ¿qué estamos formando?, ¿mejores gestores de lo mismo o responsables de un cambio que por fin se puede medir?
IG @davidperezglobal