El genocidio en Gaza no es una exageración: ocurre en tiempo real. Israel, bajo el gobierno de Netanyahu, mantiene un cerco total por tierra, mar y aire.
Impide la entrada de alimentos, medicinas y ayuda humanitaria, condenando a más de dos millones de personas al hambre, la sed y la muerte.
Pero frente al horror, resiste la dignidad.
Como dijo Foucault, todo poder genera resistencias.
Y esa resistencia hoy se encarna en gestos como el del Barco de la Libertad, una flotilla que zarpó desde Italia con ayuda humanitaria rumbo a Gaza, desafiando el bloqueo marítimo de Israel.
A bordo iban activistas como Greta Thunberg y la eurodiputada franco-palestina Rima Hassan.
El ejército israelí interceptó la embarcación en aguas internacionales —violando el derecho internacional— y detuvo a su tripulación. La mayoría fue deportada.
La eurodiputada sigue retenida e incomunicada, en huelga de hambre tras ser sancionada por escribir “Libertad para Palestina” en su celda.
No es un hecho aislado. En 2010, otra flotilla humanitaria fue atacada de forma similar.
Hoy, se suman nuevos esfuerzos desde la ciudadanía global: la Caravana Al Samud partió desde Túnez para romper el cerco; la Marcha Global por Gaza, del 15 al 19 de junio que reunirá a más de 3 mil personas —médicos, políticos, activistas, trabajadores humanitarios— recorrerá 42 km desde El Cairo hasta Rafah, en la frontera con Gaza.
Estos actos son más que solidaridad: son un grito de humanidad. Porque Gaza no solo es una crisis humanitaria, sino una herida ética. Nos interpela. Nos exige tomar postura.
Nos recuerda que callar frente al genocidio no es neutralidad: es complicidad.
Y mientras los gobiernos miran hacia otro lado, es la ciudadanía la que actúa.
Desde los márgenes, desde la conciencia, desde la urgencia moral. Y es también desde Gaza que nos llega la lección más profunda.
En un video reciente, un niño palestino cuya madre fue asesinada en un centro de ayuda humanitaria decía: “Preferimos morir con dignidad que ser asesinados por pedir comida”.
Es esa dignidad lo que más duele al poder que los oprime.
Hoy, Gaza es el lugar donde la dignidad resiste. Donde la humanidad no se ha rendido.
Es ahí donde el presente y el futuro ético se juega el todo por el todo. Si permitimos que el exterminio continue, nada queda.
“Pero llegará la primavera y ellos, los que nos bombardean, no encontrarán flores entre las bombas.
Estaremos entre los árboles, la luz del sol nos bañará junto a los nidos de los gorriones.
Ellos, los que nos bombardean, no tendrán sol, ni lugar donde descansar, ni piernas para correr”. Abu Toha