Al recopilar los textos que he publicado en la Revista Corre, Conejo, he retomado y reescrito algunos de ellos. Me parece importante entregar a los lectores de estas páginas, un adelanto de lo que podrán leer -corregido y aumentado- en su momento: Éste es un escrito dedicado al mejor publicista que ha dado México, de los pocos que se ha ocupado de recolectar epitafios.
Don Eulalio Ferrer fue un cantábrico nacido en 1925 que se quedó en nuestro país. Aquí murió en 2009. Es pionero de los comerciales radiofónicos y televisivos en la W y luego de Telesistema Mexicano. En el libro editado por el Fondo de Cultura Económica (México, 2003) que lleva un sugerente título de El lenguaje de la inmortalidad (Pompas fúnebres) Eulalio Ferrer se pregunta qué sentido tienen las imágenes y las frases dedicadas a la muerte
En el prólogo, firmado por Miguel León Portilla, se asienta: “los mortales hemos inventado el lenguaje de la inmortalidad (...) que se ha escuchado y tornado visible en momentos, inscripciones y toda clase de escritos y discursos”.
Eulalio Ferrer parece reforzar la idea páginas adelante: “los estudios de la comunicación raramente abordan la instalación histórica del ser humano en ese gran acontecimiento que, después de haber nacido, encierra el final de la vida. Ya lo advirtió Santiago Ramón Cajal: no hay acontecimiento más real e ineluctable que el fenecer.
El lenguaje de la inmortalidad se divide en estos apartados:
Los orígenes del lenguaje fúnebre / El sentido de la muerte en México / Esplendor y formas de las pompas fúnebres y mercantilización de la muerte.
El libro contiene un apéndice con una antología de epitafios célebres y curiosos. Transcribo sólo algunos:
Karl Marx: “Trabajadores de todos los países, / uníos, hasta ahora los filósofos / sólo han interpretado de varias maneras el mundo. / El punto es cambiarlo”. Margarita de Austria, Reina de España, esposa de Felipe II: “Aquí yace Margot, señorita / tuvo dos maridos y murió / doncella”. Evita Perón: “Volveré y seré millones”. Nicolás Copérnico: “Detente, Sol, no te muevas”. Anónimo: “Te dije que estaba enfermo”. Groucho Marx: “Perdóname por no levantarme”. Otra vez un anónimo: “En recuerdo de mi querida nieta / que falleció a los ochenta y ocho años / su inconsolable abuelo”.
Eulalio Ferrer que se aleja aquí de la publicidad para adentrarse al lenguaje de la inmortalidad, fuera las pantallas de la televisión.
Juan Gerardo Sampedro
twitter: @Coleoptero55