En la presente semana, se han reunido alrededor de 60 presbíteros, en una “semana de reflexión teológica” en torno al tema del Concilio Vaticano II, que se celebró en Roma, de 1962-1965.
De ese Concilio, se generaron 16 documentos, teniendo como centro la consideración de la Iglesia, como luz de los pueblos.
Estos documentos cuentan como orientación fundamental de la Iglesia para guiarse en el peregrinar de los hombres, en las distintas etapas de la historia y los variados sistemas de gobiernos.
La Iglesia ha sido siempre compañera del caminar de la humanidad, con sus aciertos e infortunios, aún en los pueblos latinoamericanos, donde algunas veces ha acompañado a dictaduras militares, a democracias simuladas, a democracias en camino, etc.
En el peregrinar de la humanidad, la Iglesia ha caminado con los hombres, a veces con desaciertos, como todavía lo hace el presente, con un miedo feroz a todo lo que tenga el tufo de comunidad.
Antes del Concilio Vaticano II, la Iglesia se estudiaba en los manuales de teología, como “sociedad perfecta”, porque poseía todos los medios para alcanzar su fin sobre natural y de allí nadie la movía. Con el Concilio Vaticano I, (1869-1870), en el que se declara la infalibilidad del Papa, la Iglesia se atrinchera, sobre todo en su enseñanza sólida y en sus estructuras de gobierno y navegó contra viento y marea, ante las ideas filosóficas, teológicas, etc.,, de aquellos años.
A partir de la I Guerra Mundial (194-1919), se desarrollan movimientos eclesiales, que vienen de años atrás, y que fascinan a los creyentes golpeados por la guerra. Ellos son: movimiento bíblico, movimiento patrístico, movimiento litúrgico.
Se abren nuevas reflexiones con relación a las ciencias sociales que estudian al hombre en comunidad, como son la sociología, la antropología, la teología bíblica, etc.
La Iglesia no es nada extraña a estos asuntos y muchos de sus hijos se involucran, incluso algunos como pioneros Nacen nuevas metodologías sobre las enseñanzas, desde el kínder hasta la universidad.
Después de la segunda guerra mundial (1939-1945), surgieron movimientos que venían desde los odios de la postguerra, que, pedían un tránsito de la pastoral de cristiandad existente, a una pastoral misionera, que conmovió el movimiento de los sacerdotes obreros, de Francia, que se encontraron con el juicio implacable del entonces Santo Oficio, que los suprimió, pero el movimiento universal de renovación en la Iglesia ya era imparable.