En los años recientes se ha difundido lo que se conoce como “la ideología de género”.
Para ubicarnos de qué se trata, primero que nada la ideología no es historia de las ideas.
Las ideologías tienen derecho a existir pero en la mayoría de las veces no son norma de vida, como lo podemos entender con la ideología de machismo, de la violencia, de la supremacía blanca, etc.
En sociología y en teología, la ideología se conoce como la justificación de una postura injusta.
Cristo en la cruz, pide perdón por quienes lo crucifican, ya que en fuerza de la dominación romana, esos torturadores sólo cumplen órdenes y crucificando piensan que obran bien.
Lástima que se difundan estas ideas ante la despreocupación de tantos, por falta de reflexión.
En un documento del Papa Francisco, llamado “La alegría del amor” se trata directamente el asunto, en el número 56, que a la letra dice:
“Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que “niega la diferencia y la reciprocidad del hombre y la mujer.
Esta presenta una sociedad sin diferencia de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia.
Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativos que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y la mujer.
La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo” (Relación final, núm. 9).
“Es inquietante que algunas ideologías de éste tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones comprensibles, procuren imponerse como pensamiento único que determine incluso la educación de los niños.
No hay que olvidar que “el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender) se pueden distinguir pero no separar” (Relación final, núm. 56)…. No caigamos en el pecado de querer sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes.
Lo creado nos precede y debe ser recibido como don”.
Por lo tanto, en la llamada “ideología de género”, no se juegan cosas menores.
Pasamos por momentos en los que estamos hablando de un “humanismo mexicano” y no será bueno que los programemos como una antropología, filosofía, teología, historia, etc., tan originales, amparados en la convicción local de que “como México no hay dos”, y salgamos con un verdadero disparate que, ni el maestro José Vasconcelos, nuestro primer secretario de educación lo pueda explicar.