La derechairiza en éxtasis se apuntala en el menosprecio clasista, racista y demás manifestaciones de sus prejuicios que suele practicar para ocultar su complejo de inferioridad.
Más allá de lo ideológico y de la acumulación originaria de capital y de poder, una de sus premisas más primitiva es que sostienen como una fuerte ventaja sobre los zurdos de mierda, es que tienen una superioridad supuestamente estética.
Los derechairos son hermosos y los chairos son muy feos. Además de nacos, claro.
Conceptos que se reforzaron con Javier Milei que, en representación de Nosotros los guapos de la derecha, cantaba la de que se mueran toditos toditos toditos los feos izquierdosos. Claro, si nos atenemos a los rigores del pensamiento occidental construido desde la antigua Grecia y la Roma Imperial, el presichente Milei no corresponde de ninguna manera de estos estándares, de hecho, los traiciona de manera flagrante. O sea, ves al Javi y casi quieres arrancarte los ojos.
Y lo que es peor, al igual que muchos de sus más fervientes seguidores en Argentina y México, donde tiene cierta fanaticada que también desafía todos los cánones de belleza. Por lógica, si presumes de algo, por chocante que sea (sobre todo una guapura sin igual), esto debería de ser confirmado en la realidad. Sin embargo, personajes de la ultraderecha nacional que enarbolan esta superioridad estética —y me refiero a gente que, sin pruebas de por medio, presume poseer cierta estatura intelectual o una— presumen ser más bonitos que ninguno cuando, a pesar del bonche de filtros que le ponen a sus fotos, al verlos te sientes como en una película de zombis.
Y lo peor es estos son todavía más feos por dentro. Son los que extrañan al PRIcámbrico temprano, aquellos que añoran al calderonato, que le ponen veladoras a los plutócratas que no quieren pagar impuestos, y quienes desde una perspectiva muy derechueca le rinden culto a los montajes de Lord Montajes, a pesar de que no son malos sino maletas.
Bueno, son tan feos por dentro que, mientras se ponen histeriquitos gritando que México está bajo el yugo de una dictadura como Altito Moreno, Kinky Téllez, los paleros de Alazraki, Tumel Chorres, aplauden de una manera anormal cuando la Disneylandia trumpista censura, persigue, aliena y se pone pinochetista con quienes disienten como los comediantes Stephen Colbert y Jimmy Kimmel.
El humor le da miedo a la derecha, no sabe manejarlo, les quita lo feo y los vuelve ridis, ridis, ridis.