Sobre el tiempo. El pasado como tal no existe, sigue aquí. El futuro tampoco, pues quien quiera saber qué pasará mañana sólo debe mirar lo que está sucediendo hoy. Las tragedias, esos pasos repentinos de la felicidad a la infelicidad, empiezan antes de aparecer.
El bien y el mal. Una generalizada cultura de la crueldad define la época. Sus formas extremas suceden a la vista de todos: son recibidas con indiferencia en el mejor de los casos o con sádica alegría en el peor. El cinismo pragmático afirma que la crueldad es propia de la naturaleza humana, que proviene del mal anidado en el corazón del ser. Que el bien y la compasión son excepciones, que sólo representan una anormalidad.
El no inicio de lo que inicia. ¿Comenzó ya la Tercera Guerra Mundial?, se pregunta un sabihondo y circunspecto comentarista. No, contesta enfáticamente, te voy a explicar por qué. Y a continuación repite el catálogo de mentiras y lugares comunes interesados que la prensa occidental difunde sin cesar. La estupidización como parte de la crueldad, la superficialidad como parte de la estupidez.
Los sabios idiotas. ¡Cuánto saben los opinólogos! Lo conocen todo, lo analizan todo, lo anticipan todo, lo comprenden todo menos la verdad. La opinión es la forma más pobre del razonamiento porque se funda en la experiencia propia. Y por más amplia que sea siempre es parcial.
Cuando llega la lluvia. Aquí llueve, en la árida Rulfiana, devastada por los cultivos de agave, y es bendición. Allá llueve, en el Valle de Chalco, el lugar postapocalíptico, y es maldición. Todo es relativo, pero el agua no.
De lo innecesario. El budismo habla de surcos en la mente que la repetición de los irritantes síquicos va dejando en ella. Formas conductuales que se convierten en autónomas, sinapsis neuronales que ya no se pueden deshacer. Así se comporta un hombre viejo con su viejo amigo y destruye sin motivo una antigua relación. Es triste la labilidad de la vejez.
Causalidades. La pérdida de un mundo sacramentado en el cual todo tiene que ver con todo y donde el ser está integrado existencial y éticamente a esa totalidad; la consagración moderna del yo psicológico encerrado en lo particular, del usuario terminal de sí mismo; la propagación del deseo como realización ontológica y la salvaje pedagogía materialista del egoísmo son fenómenos propios del catastrófico momento actual. También la evaporación de las contenciones morales que la religión significó en el pasado inmediato.
Afirmaciones. Neolengua, control de la realidad, doble pensamiento. El método distópico de 1984 más la Reina de Corazones de Alicia dominan la lingüística geopolítica de la no guerra mundial delante de nuestros ojos: “No estamos en guerra con Irán, estamos en guerra con el programa nuclear de Irán”, J. D. Vance, vicepresidente estadounidense; “Las vidas judías importan más que cualquier otra vida”, Jay Sullivan, exasesor de Seguridad Nacional de Joe Biden; “Es el trabajo sucio que Israel está haciendo por nosotros”, Friedrich Merz, canciller alemán; “Espero que Greta y sus amigos sepan nadar”, Lindsay Graham, senador estadounidense sobre el viaje por mar de la Flotilla de la Libertad a Gaza; “Todos hemos tenido que sacrificar algo. Mi hijo tuvo que cancelar su fiesta nupcial”, Benjamín Netanyahu, premier israelí.
Alternativas. La dicha es una cosa terrible, dijo Luis Salavin, aspirante a santo, pues cualquier minucia la descoloca: una piedra en el zapato y el universo está trastornado. ¿Qué hacer, entonces, con aquellas cosas que no dependen de nosotros? ¿Mirar el mundo que se incendia; no mirar el mundo que se incendia; acudir con el idiota mediático para saber que no ha empezado aún el incendio del mundo que se incendia? Quizá una advertencia sea el medio que este verano trae consigo: no te hagas desdichado antes de tiempo, pero entérate a tiempo de la desdicha.
Operaciones mágicas. O un latinajo: Quota sit hora petis, dum petis hora fugit (Mientras preguntas qué hora es, la hora corre). Los magos no cambian el mundo sino la manera de mirar el mundo. Entonces: a) mirar el mundo para nombrarlo; b) nombrarlo para comprenderlo; c) comprenderlo para cambiarlo. La resignación (aceptación) se modifica cuando se convierte en re(a)signación (reinterpretación). En el peligro —y mirar valientemente lo es—, está la salvación, dijo el poeta.
Nuevos arcaicos. Piensa en todo: espéralo, aconsejaban los estoicos. Por eso la sabiduría se define como el conocimiento de las posibilidades: “Llama barca a la barca”, pedía el sabio.
Del realismo trágico. El extraño amasijo de loable grandeza y censurable miseria, la paradoja lógica, el monstruo incomprensible para sí mismo que dijo Pascal sobre el hombre vive hoy un mundo donde ya no hay respuestas. Y de todos modos llueve y la lluvia es mansa aquí y el dolor de un mundo roto sólo se vislumbra a la distancia. “Si Dios…”, dirá la expresión rulfiana, mera expectativa de la esperanza y al fin aceptación. El verano comenzó en invierno. O al revés.