
La tragicomedia opositora en México. Marko Cortés y Javier Lozano se destrozan -en vivo. Se acusan de lo peor: Cortés acusa a Lozano de proteger a Genaro García Luna y Lozano le espeta: eres el peor dirigente de la historia del PAN. Aunque el PAN sacó 16%, “Marquito” se aferra a la silla y a su pluri.
Alejando Moreno “Alito” no piensa entregar su cabeza. Se quiere reelegir al frente del PRI. El tricolor está más cerca de ser un partidito rémora que un auténtico partido nacional.
En Movimiento Ciudadano festinan obtener un 10%. No importa que Morena y sus satélites estén a nada de agenciarse mayoría calificada en la cámara de diputados y una mayoría holgada en el Senado. Para Dante, lo importante es que habrá más lana en el partido. Del PRD, sólo vale hablar del sepelio.
Los regímenes autoritarios suelen imponerse -también- cuando la oposición está manchada o herida de muerte. Esta semana concluí el brillante texto de Zsuzsanna Szelényi sobre la Hungría que Víktor Orbán controla con mayorías absolutísimas desde 2010. La transformación de un partido demócrata y pluralista como Fidesz en un partido de ultraderecha, antieuropeísta y autoritario. En Democracia Contaminada, Széleny traza un relato que conocemos: el control del poder judicial por el gobierno, el ataque a la prensa libre, a las universidades y a las autoridades electorales. Todo esto en un contexto de gran debilitamiento de las fuerzas democráticas húngaras desde los liberales hasta los socialistas. Fidesz se convirtió en la única opción de Gobierno. Orbán considera que el estado le pertenece y ha roto cualquier camino para perder el poder.
En el caso mexicano, la debilidad de la oposición mexicana genera una ilusión que no se sostiene con los datos. La narrativa victoriosa de Morena es la siguiente: el pueblo votó porque “siga la transformación”. Esto ha generado una especie de falsa unanimidad. Sin embargo, los datos ofrecen más matices que esta idea del poder absoluto morenista.
Si fuera un referéndum puro, tomando las votaciones a la Cámara de Diputados, Morena y sus aliados obtuvo un 54% de los votos. Una mayoría indiscutible, pero una mayoría insuficiente para cambiar la Constitución sin pactar con nadie. Otra cosa es que el INE les permita una sobrerrepresentación, que les otorgue curules que la ciudadanía no les dio. Por su parte, la gama de partidos opositores obtuvo 46% de los votos. La ventaja, para el Congreso, es de ocho puntos a favor del oficialismo. Es una ventaja clara, pero poco tiene que ver con ese país monocolor de Morena en su propaganda.
La realidad es que sí hay una base opositora al régimen. Revise usted las votaciones en muchas ciudades. Guadalajara, Querétaro, León, Aguascalientes, Monterrey, Chihuahua, Mérida. En buena parte de las urbes de nuestro país es detectable más votos a la oposición que a Morena y sus aliados. No por la distancia que necesitaba la oposición para hacer frente a Morena, pero no es cierto que México sea una ola guinda y nada más. A pesar de la profunda debilidad de los opositores, hay una base de mexicanos que no están contentos con el devenir del país. Una mirada al mundo nos deja entrever una realidad innegable: los partidos tradicionales están muriendo. En América Latina, México era el último feudo de un sistema de partidos más o menos sólido y cohesionado. Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia son ejemplos del derrumbe de los partidos tradicionales. Quizá Uruguay se sostiene por el dominio de la izquierda por décadas (FAP) y ahora del Partido Nacional de La Calle Pou. En Europa, la derecha y la izquierda (LR, PS) han sido fagocitados por los extremos (Francia: Le Pen y Mélenchon). Italia qué decir. Vivimos la era de la destrucción de los grandes partidos como articuladores de nuestra vida política.
El asunto es que la oposición a la autollamada Cuarta Transformación no puede provenir de la partidocracia que lo único que tiene en mente es cuidar su dinero, sus intereses y sus asientos. La derrota no les viene tan mal. Mucho dinero, poder y poca responsabilidad. La sociedad civil mexicana y las clases medias urbanas fueron las que empujaron la candidatura de Xóchitl Gálvez que no era la favorita de la casta de los partidos. Les fue funcional, pero lo que despertó Xóchitl -más allá que en votos quedó lejos de lo esperado- fue una esperanza de que había cómo disputarle el poder a Morena. Ni PAN, ni PRI, ni MC están en esa posición actualmente. Envueltos en sus mezquindades internas, México y su futuro les queda muy grande.
Sheinbaum ya ha anunciado a dónde va: más militarización, menos independencia judicial, menos pluralidad política, más centralización. López apretará las tuercas desde Chiapas cada que su ungida se salga del camino. Es importante que las actuales oposiciones -por chafas que muchas sean- se mantengan cohesionadas, sobre todo en el Senado. Y que la calle sea instrumento de presión al Gobierno. Un instrumento que demuestra que México no es de un solo color. Que hay más pluralidad que la que el régimen quiere aceptar.