En los días que corren las diferencias ideológicas, culturales y sociales parecen generar cada vez más polarización, el arte de la conversación se ha vuelto una habilidad en peligro de extinción.
Nos encontramos en debates interminables en los que no se busca comprender al otro, sino ganar la discusión.
Una de las claves para mejorar nuestras conversaciones no es compleja: radica en la curiosidad y la escucha activa.
Si el diálogo es una herramienta para el entendimiento, ¿por qué nos resulta tan difícil escuchar realmente al otro?, ¿qué prejuicios personales nos impiden acercarnos con curiosidad a quienes piensan diferente?, ¿cómo podemos fomentar conversaciones donde el objetivo no sea ganar, sino entender y aprender?
En muchas interacciones, en lugar de prestar atención a lo que se dice, preparamos mentalmente nuestra respuesta, anticipando el momento de contraargumentar.
Esta dinámica transforma el diálogo en una contienda.
Si queremos conversaciones que trasciendan la confrontación y nos permitan construir puentes, es necesario cambiar la forma en que nos relacionamos con las ideas de los demás.
Para construir conversaciones más productivas y enriquecedoras es necesaria la combinación de curiosidad y escucha activa.
La filósofa María Zambrano propuso el concepto de ‘razón poética’, que aboga por una forma de conocimiento que trasciende la lógica racional y se adentra en la intuición y la empatía.
Esta perspectiva permite una comprensión más profunda del otro, ya que implica una apertura y receptividad hacia la experiencia ajena.
Al promover la ‘razón poética’ en nuestras conversaciones, fomentamos una escucha que no solo busca entender las palabras del interlocutor, sino también su historia y su contexto emocional.
En la arena de las redes sociales, donde el algoritmo favorece el refuerzo de nuestras propias creencias, practicar la curiosidad y la escucha puede ser un acto revolucionario.
IG @davidperezglobal