Hace cincuenta años terminó la Guerra de Vietnam. En este país, el 30 de abril se conmemora como el Día de la Liberación, marcando el fin del conflicto armado, devastación y muerte.
En Occidente, sin embargo, la memoria de aquella guerra quedó marcada por una fotografía: una niña vietnamita, corriendo aterrorizada, desnuda porque su ropa fue quemada por el Agente Naranja lanzado desde aviones enemigos.
La imagen, capturada por el fotógrafo conocido como Nick Ut, mostraba la crueldad de la guerra, provocó una profunda indignación en la opinión pública mundial, generando movimientos masivos de protesta contra la intervención militar estadounidense.
La potencia de aquella fotografía no radicó únicamente en su crudeza, sino en la manera en que evidenció la brutalidad injustificable de un conflicto geopolítico.
La imagen confrontó a Occidente con el rostro desnudo y vulnerable de la infancia ultrajada.
Como afirma Judith Butler en su libro “Marcos de guerra”, las imágenes tienen el poder de interpelarnos éticamente porque “al verlas reconocemos nuestra vulnerabilidad compartida”.
Butler destaca cómo la exposición a estas imágenes puede romper nuestra indiferencia y provocar respuestas políticas efectivas.
Cincuenta años después, hemos sido testigos, casi en tiempo real, de otro escenario devastador: la situación del pueblo palestino en Gaza.
Imágenes igualmente atroces han circulado ampliamente, pero ninguna ha generado un movimiento global de repudio similar al que agitó el mundo medio siglo atrás. ¿Qué explica esta diferencia en la respuesta social?
Es posible que la saturación mediática actual haya generado una suerte de anestesia ética, que normaliza o incluso banaliza la violencia extrema.
Todo cabe en un video de TikTok.
Tal vez la fragmentación política y social contemporánea impide articular movimientos cohesivos y globales.
O quizás, simplemente, la geopolítica actual ha reconfigurado de tal manera nuestras sensibilidades que algunas tragedias importan más que otras.
Al recordar aquella imagen icónica, podemos cuestionarnos qué ha cambiado en la sensibilidad global ante el sufrimiento humano.
La fotografía de la niña de Vietnam sigue confrontándonos con una incómoda pregunta ética: ¿Cuándo decidimos que una guerra deja de ser aceptable?
IG @davidperezglobal