En América Latina, el crimen y la violencia pesan un 3.44% del PIB. Este porcentaje equivale a 12 veces el presupuesto para investigación, el doble de lo destinado a asistencia social y casi igual al gasto en educación.
El informe del Banco Interamericano del Desarrollo no sólo ofrece números fríos; este informe es un lamento velado.
Dónde vivir, cómo trabajar, a qué temer, qué soñar: todo está condicionado.
La inseguridad puede reconfigurar nuestras ciudades y silenciar nuestros sueños.
Es un ecosistema distorsionado donde el crimen roba más que bienes; despoja a las personas de su tranquilidad.
¿Qué sucede con las políticas públicas que se enfrentan al monstruo de mil cabezas del crimen organizado, responsable de la mitad de los homicidios en las Américas?
Hannah Arendt cuestionaría aquí: ¿quién se beneficia de este del mal?
El verdadero costo de la violencia no radica sólo en el dinero público perdido, sino en lo que dejamos de imaginar, la auténtica pérdida es equivalente al valor de todo lo que se rompe.
Para eso sirven estos informes para conocer la “fotografía” de los costos, al presentar los números sobre los costos de la violencia podemos conocer los mínimos cuantificables y nos dan una idea de los máximos inmateriales, que son aún más valiosos, que también se ven afectados por la violencia.
IG @davidperezglobal