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Sandel en la universidad

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  • Carlos Iván Moreno Arellano

La semana pasada, Michael Sandel visitó México. Profesor de filosofía en Harvard y considerado uno de los pensadores más influyentes, Sandel rompió con la liturgia de la conferencia magistral. Tanto en la UNAM como en el Tec de Monterrey, abandonó la idea de la celebridad académica que dicta un monólogo: abrió el diálogo, transformó al público en interlocutor y convirtió a la filosofía en experiencia compartida. Como predica —y critica— en sus libros, mostró que, incluso desde lo más alto del prestigio, la humildad y la empatía deben prevalecer.

Cada dilema sobre la meritocracia, la igualdad y la justicia fue una invitación a que los estudiantes tomaran la palabra… y lo hicieron. La participación fue animosa y lúcida; quedó claro que no es desinterés lo que aleja a los jóvenes de las grandes preguntas, sino fórmulas pedagógicas incapaces de hacerlos partícipes. La enseñanza reducida a la transmisión pasiva levanta un muro que impide la creación de un espacio vivo, donde la duda y las voces diversas construyen sentido común.

Su crítica a la meritocracia es clara: “olvidar la suerte y la comunidad que nos sostienen conduce a la vanidad, erosiona la humildad”. Esa lógica, por desgracia, también atraviesa la academia, donde el prestigio personal suele imponerse sobre el aprendizaje compartido. Al optar por el diálogo y la escucha, Sandel encarna lo contrario: demuestra que un espacio pedagógico auténtico no nace del culto al individualismo, sino de la construcción colectiva del saber.

Ante la grave crisis de propósito y de salud mental en las juventudes, la universidad tiene una misión urgente: fortalecer la autoestima, la dignidad y la esperanza en los estudiantes. La dinámica colectiva que Sandel encendió no debería ser un episodio extraordinario, sino el pulso cotidiano de nuestras aulas. Formar ciudadanía y autoconfianza pasa por reconocer que cada estudiante tiene algo valioso que decir.

En una época dominada por algoritmos, la diferencia la marca algo tan antiguo como el arte de preguntar y escuchar. Sócrates lo sabía hace más de dos milenios; Sandel lo demuestra hoy con brillo y sencillez. Para nuestras universidades, lo verdaderamente disruptivo sigue siendo, más que acumular respuestas, aprender a formular, juntos, las grandes preguntas. 


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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