Devoto de las deidades del rock de los setenta desde chamaco y a la fecha, debo reconocer que las sensuales Deborah Harry, Joan Jett y Pat Benatar no desplazaban a la más discreta, acaso más peculiar, Stevie Nicks, a quien conocimos como voz de Fleetwood Mac hasta pasada la medianía de los ochenta, cuando un segundo aire relanzó al grupo a la cima con su álbum Tango in the Night, y a ella después con una exitosa carrera solista, de nuevo, que la llevó a hacer colaboraciones grandiosas, como aquella con Tom Petty y su rolón “Stop Draggin’ my Heart Around”.
Un libro de reciente publicación en español en México me ha llevado a ese pasado tan remoto, Gold Dust Woman: la biografía de Stevie Nicks (Neoperson Sounds, 2023), de Stephen Davis, quien desmadeja la vida agitada de esta figura del rock pop mediante una serie de entrevistas y documentación visual con las que asistimos a una de las carreras más fascinantes de la historia de la música.
Nicks con Lindsey Buckingham, Nicks con Jimmy Iovine, Nicks con Don Henley… bueno, Nicks con Taylor Swift, quien la venera como un modelo y una influencia. El libro arranca con la anécdota de su presentación para el primer video de la banda con la rola “Rhiannon”, inspirada en una hechicera galesa, lo que abre una interesante galería de personajes con raíces en Gales, desde Elvis Presley (nos ilustra sobre el significado de “Elvis”: elfo, pícaro, etéreo) hasta Jerry Lee Lewis, Johnny Cash, Bob Dylan, Brian Jones, Robert Plant y Jimmy Page.
Stevie cuenta que cultivó adicciones a drogas y llegó a experimentar dependencia a cocaína y mariguana, pero también al alcohol y al clonazepam. Lloró como nadie la muerte de Petty, sobremedicado por lesiones y una gira mundial que acabó con su vida mediante una combinación con fentanilo. En días recientes, las redes sociales de ella y Buckingham subieron mensajes que invitan a creer en una reunión postrera de Fleetwood Mac, además de que está invitada a la boda de Swift. Todo a sus 77 años.