Solo con asombro se puede asistir al despliegue técnico con el que los productores y el director del documental Nuestro planeta II (Silverback Films, 2023) han acometido la tarea de continuar con la trama, pero ahora poniendo en el centro de atención las migraciones como un factor fundamental para la supervivencia de múltiples especies que se mueven, unas por instinto y otras siguiendo el sol o el magnetismo de la Tierra, en recorridos que pueden rastrearse a la prehistoria de la Era del Hielo o más lejos, hasta millones de años. El ser humano, por cierto, no es ajeno y por eso salió de África.
Cada uno de los cuatro episodios consta de historias que tienen lugar por tres meses en ciclos anuales y van de ejemplares monumentales, como las ballenas, hasta pequeños monstruos como las langostas, o de los soberbios albatros, como aquel de Baudelaire, hasta el salmón o la tortuga golfina, que siempre vuelven a su lugar de nacimiento cruzando distancias inmensas y desafiando toda suerte de riesgos, como depredadores que hacen a su vez una migración para llegar puntuales a la cita con el festín, entre los que figuran osos, orcas, leones y gaviotas.
El cambio climático, nos cuenta el ambientalista David Attenborough en esta obra, ha motivado cambios en los patrones migratorios, que nos llevan desde el Ártico y los osos polares a la caza de focas hasta el Serengueti, donde felinos esperan pacientes las manadas de búfalos cafre, o el río Nilo infestado de cocodrilos que aguardan la migración masiva de cebras y ñúes. Con tomas de cámara subjetiva y un seguimiento estricto con drones, el equipo de filmación acompaña los periplos de cangrejos, pumas, grullas y hasta elefantes cuya travesía, innovada por la deforestación en Asia, los ha llevado a campos de cultivo y asentamientos humanos.
Conforme el planeta cambia, los viajeros ajustan sus patrones de migración. En tanto, hay gobiernos que se empeñan en criminalizar esa actividad de la que depende, como vemos en este documental de Netflix, la supervivencia de múltiples especies, disfrazando su xenofobia con la necesidad de reglamentar el fenómeno. Hay que recordar a Donald Trump y a Giorgia Meloni que ellos están en Occidente porque un Homo sapiens migró desde África.