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“En el amor adolescente, tu rol como papá no es ser su amigo ni su juzgador”: Ana Villafañe, psicóloga

El amor adolescente puede definir cómo una persona buscará y vivirá sus futuras relaciones.

Las mariposas en el estómago, el brillo en los ojos y los nervios por dar una flor en el día de San Valentín son experiencias únicas en la vida de las y los adolescentes. Más aún si se trata de su primer amor.

Aunque esa etapa está llena de dudas y miedos, hay algo seguro dentro de esa incertidumbre: las emociones se viven al máximo. En la tristeza sienten que el mundo se cae; en la felicidad, disfrutan como si no hubiera un mañana, y cuando están enamorados, sienten y aman al máximo.

De ahí que mamás y papás se ven desafiados a ser ese oasis que sus hijos e hijas necesitan cuando el primer amor comienza a despintarse del color rosa que parecía tener.

¿Cómo es el amor en la adolescencia?

La adolescencia es una etapa bastante corta en comparación a otras como la adultez o la vejez. El parámetro de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que va desde los 10 hasta los 19 años, aunque se ha puesto sobre la mesa extenderla hasta mediados de los 20 's.

Impulsados por una crisis de identidad, durante esos años las y los jóvenes buscan respuesta a la pregunta “¿quién soy yo?” fuera del hogar, ya sea a través de las amistades o de un noviazgo.

“El primer amor es un paso que los adolescentes tienen que dar porque su primer amor fueron sus papás. (...) Y la primera relación, o el primer noviazgo, rompe ese lazo familiar porque se dan cuenta de que ‘alguien más, que no es mi mamá o mi papá o alguien de la familia, me quiere por ser yo’. (...) El ser mirados por una nueva persona es, para ellos, como un logro de independencia”, explicó la psicóloga, Ana Villafañe, a MILENIO.

Por eso es que priorizan las citas, salidas o encuentros con esa persona especial sobre los planes familiares; mientras madres y padres enfrentan el reto emocional de soltarlos y aceptar que “ya no son los únicos que lo quieren”.

“Para los adolescentes esas primeras relaciones les dan un valor de reconocimiento a su persona, a su esencia. Por eso son tan importantes y marcadas en su vida”.
Los adolescentes viven el primer amor intensamente: desde los momentos felices, hasta la ruptura
Los adolescentes viven el primer amor intensamente: desde los momentos felices, hasta la ruptura | Cuartoscuro

Pero este reconocimiento, explicó la también autora del cuento El viaje seguro, implica que su conducta, sus pensamientos, sus logros y sus decisiones son determinantes para agradar a una persona, quien, eventualmente, pudiera convertirse en su pareja. Algo que no ocurre con el amor de mamá o papá, el cual es incondicional “como una cascada”: “Dan agua con toda la fuerza del mundo, pero no podemos pretender que los hijos lo regresen”.

Sin embargo, se dan cuenta que el cariño del primer amor implica un compromiso mutuo, donde ambas partes deben apoyarse, “alimentar” ese enamoramiento y aportar un granito de arena para que funcione la relación. Y a partir de estas nuevas enseñanzas, poco a poco el o la adolescente se va dando cuenta de que el amor no es perfecto.

El rol de los padres

Las sensaciones a flor de piel y la búsqueda de su identidad genera en la y el adolescente una “enorme necesidad de querer ser visto por alguien más”; misma que lo llevará por situaciones incómodas, equivocadas y hasta de sufrimiento. Pese a ello— y toda vez que no corran peligro— los padres y madres deben procurar no intervenir en esa experiencia y sólo fungir como un apoyo.

“Queremos que nuestros hijos tengan relaciones que no sean tóxicas, sean bonitas y que les sumen. Pero tampoco podemos controlarlo todo y eso lo tenemos que entender (...) Creo que nuestro rol como papás y mamás es siempre estar un paso atrás”.
Los adolescentes aprenden que una relación funciona con el compromiso de ambas partes
Los adolescentes aprenden que una relación funciona con el compromiso de ambas partes | Freepik

Siguiendo con las analogías, Villafañe lo explica como si fuera una obra de teatro, donde mamá y papá son los directores, mientras las y los adolescentes son los personajes. Pero cuando llega el acto del primer amor, las y los directores deben transformarse en espectadores, esperando que las actrices y los actores los inviten a pasar a escena.

Es decir, que por voluntad propia pidan a su padre algún consejo o compartan con la mamá los sentimientos que le despiertan ver a la “niña más bonita del salón”. De no ser así, deben aferrarse a esa butaca.

“Vamos a ver que se van a equivocar, vamos a ver que están con alguien que no nos gusta, pero lo que tenemos que ofrecer es crecer con ellos, ver esta obra, disfrutarla o llorar si hay sufrimiento”.

Pero aún si el o la joven invitó a sus padres a “subir a escena”, esta participación tiene reglas y condiciones. La principal: no meter juicios de valor ni minimizar sus sentimientos. Ni siquiera si apelan a frases aparentemente insignificantes como “es el amor de mi vida”, “quería casarme con él” o “¡ya vamos por los tres meses de relación!”.

“Si nosotros minimizamos, nos van a alejar de esta parte que es muy bonita. (...) Somos espectadores: te aplaudo, te acompaño, te abrazo en tu llanto, si me pides el consejo te lo doy. Pero no meternos más”.

¡No son tus amigos!

Las responsabilidades de los padres y las madres también evolucionan junto a sus hijos: en la infancia marcan límites y en la adolescencia acompañan, por ejemplo.

Sin embargo, en ningún momento deben olvidar que su crianza definirá el camino que tomarán en la vida. Por ello, en el amor adolescente, cuando se habla de mantenerse al margen y apoyar desde la distancia no significa que deban convertirse en sus mejores amigos.

“El amigo te sonsaca, le hace de palero y de chaperón. (...) Ese no es tu rol de papá. Tu rol de papá no es ser su amigo, pero tampoco ser su juzgador más grande”.

ASG

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Alejandra Sigala
  • Alejandra Sigala
  • Egresada de la UNAM. Te explico las tendencias en redes sociales y los temas que despiertan tu curiosidad en el día a día. Escucho, amo y a veces escribo sobre K-Pop. Me encanta bailar y los gatos.
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