Cultura

Alteraciones

Los sistemas migran. No he visto el momento exacto en que lo hacen; cómo se mueven de un lugar a otro y modifican su “método” –según lo llama el especialista– aunque he atestiguado las consecuencias. El elemento de sorpresa desempeña un papel esencial en el desplazamiento, en el sentido en que las migraciones se presentan como hechos irreversibles: cuando uno o una se da cuenta ya es demasiado tarde. Lo curioso, o más bien perverso, es que la mudanza no incluye todo lo que contenía el espacio del sistema anterior. Pongo como ejemplo el escritorio que tengo enfrente: se van –o se irán– los lápices, las plumas, las carpetas, los clips, la engrapadora, la computadora, el instructivo, las minutas, la silla, pero no la persona que los utiliza, porque el sistema recién estrenado no aprende aún a reconocerla e incorporarla. El escritorio quedará a salvo, ocupará otro sitio en una nueva estructura oficial. En cambio, la persona que realiza las actividades de costumbre (y le da vida al escritorio) existirá sólo de manera oficiosa. Se le dirá “buenos días” y “buenas tardes” y “por favor” y “gracias”, sin otorgarle ningún tipo de verificación o documentación, lo cual al propio especialista le parece una circunstancia lamentable y, con miras a resolverla, escribe un texto lleno de incisos, dirigido a alguien que labora en otro sistema, superior, claro, donde se toman decisiones y se diseñan las estrategias correspondientes. Me explica que quizá baste con invertir el orden de los números para solucionar el problema humano: “un simple giro, digamos, de 387 a 783 a fin de que se reinicie este organismo novedoso, tan útil, por lo demás, cuando se trata de evitar fugas indebidas.”

A la hora de discurrir sobre sistemas –justificarlos, protegerlos o incluso, si es necesario, destruirlos– conviene emplear un lenguaje abstracto, pues de esta forma se produce la impresión de que son autónomos, funcionan solos, en un sitio inalcanzable, donde quizás aún subsiste el sistema original, semejante al primer motor inmóvil de Aristóteles; hundido en un cráter, enorme, con un cronómetro que sigue inventando múltiples versiones del tiempo. Silencioso, de un gris plomizo, el motor genera réplicas fabricadas a la medida de cualquier situación o emergencia. Aunque por higiene pública se recomienda no suponer que los sistemas se conocen entre sí y constituyen una especie de red conspiratoria, en términos estrictamente individuales vale la pena defender esa idea y personalizarla. Como señala David Foster Wallace en su epílogo a La amante de Wittgenstein de David Markson (novela publicada en 1988): “el delirio paranoico de una conexión completa y malévola, por más loco y desagradable que sea, es al menos preferible a lo contrario: la convicción de que nada está conectado con nada y nada tiene que ver intrínsecamente contigo”. O conmigo. Los pronombres son flexibles. Un día soy yo y otro día eres tú. Quien nos lleva de la mano sabe que aceptaremos sus condiciones.


AQ

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Tedi López Mills
  • Tedi López Mills
  • Ha publicado numerosos libros de poesía, además de cuatro volúmenes de prosa.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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