En nuestro triste camino hacia la autodestrucción aprendimos a mirar con cinismo abismos sin retorno. Entender la vida de seres más longevos es valioso, nos puede reconciliar con aquello que sí importa, como la existencia de un árbol de más de 100 años en la ciudad en la que los lagos fueron asesinados. La vida de un árbol es vital e indispensable ¿no escuchan el lenguaje de sus hojas? En la colonia Tlacoquemécatl del Valle, en Fresas y Miguel Laurent vive Laureano, un laurel de la India, árbol nativo de Asia, el suroeste del Pacífico y Australia. Todos somos responsables de proteger su vida, la inmobiliaria Núcleo Urbano será culpable si le pasa algo, no contemplaron en sus planos de construcción sus brazos, sí, eso son las ramas, podarlas significa mutilarlo y destruir el hogar de otros seres: insectos, aves, ardillas, ¿qué les da derecho a decidir sobre su existencia? Estorba tanto concreto. Los árboles respetan los espacios ocupados, está comprobado que las ramas no crecen ahí. Nos gustan las raíces sólo para presumirlas como discurso. No cuidamos lo que nos abraza y cuida sin pedirlo. La tierra posee una brutal fortaleza, también nos deslumbra su fragilidad ante la necedad humana, recuerda que todo punto vulnerable nos permite entender la fuerza de algo o alguien. La Ciudad debería ser una entidad que se relaciona de forma respetuosa con la naturaleza. No quiero entender que tiren árboles. Cada año aumenta la oleada de calor no sólo aquí en nuestro país, en el Planeta Tierra entero, sin la sombra de los árboles sería más hostil todo. En la zona en la que habita Laureano antes existían rancherías y haciendas como Santa Anita, Amores, San Borja. Su fundación ocurrió en los años cuarenta, aunque hasta 1970 se delimitó, también la alcaldía Benito Juárez. Estoy sentada en la Fonda Margarita, su historia comenzó en Puebla, ciudad originaria de la familia fundadora de este lugar entrañable. Un brasero en un parque cercano a esta calle: Adolfo Prieto, sirvió para alimentar familias enteras.
La señora Margarita Lugo de Castillo en 1948 trajo a la CDMX un fragmento de la grandeza de la cocina mixteca poblana. Mole, huaxmole, adobo, pipián. El probable platillo estrella del lugar podría ser el huaxmole, hecho con pepitas de guaje, chile costeño, guajillo y el espinazo de un chivo, dicen que son los huesos los que le dan un sabor tan peculiar. Laureano es el tema que predomina en las mesas, la preocupación de los vecinos los ha llevado a organizarse: “no lo podemos permitir”. Hace casi un año declararon a Eugenio, un fresno, patrimonio cultural y natural de la ciudad. Es urgente que declaren a Laureano patrimonio de la CDMX, él habita aquí desde antes de la fundación de Tlacoquemécatl del Valle. Nuestro paseo nocturno del jueves nos llevó a la casa de Laureano; no conseguimos tickets para The Libertines gracias a los revendedores, le dije a Luci que me gustaría que abrieran con The Night of Hunter, escuchamos afuera sus acordes.