Jorge Reinaldo Vanossi, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Argentina, dice:
“En nuestro medio predominan dos formas de participación política: la populista y la liberal”.
En mi colaboración anterior escribí sobre la primera y ahora lo haré sobre el liberalismo.
Quiero anticipar que en mi opinión el populismo es el resultado de la corrupción e impunidad gubernamentales y del capitalismo salvaje que privilegia a las minorías afortunadas y aumenta la pobreza y la desigualdad.
Pero como el gran riesgo del populismo visto como reacción ante la injusticia es que el remedio sea peor que la enfermedad, dedico estas reflexiones al liberalismo social, constitucional y democrático; no al neoliberalismo depredador.
Vanossi expone: “Se han señalado con exceso los defectos del liberalismo y con exceso mayor se han ignorado sus virtudes. Liberalismo y constitucionalismo van de la mano. Es imposible escindirlos”.
En efecto, la síntesis de la doctrina constitucional liberal es el Estado de Derecho, cuyo postulado comprende la división de poderes como limitación del poder público; el sometimiento a las leyes tanto de gobernados como de gobernantes; la separación del Estado de las religiones; el acceso a la información oficial y la rendición de cuentas gubernamentales; la libertad política; y el respeto a los derechos y libertades civiles.
El constitucionalismo liberal en la economía aspira a la justicia social con base en la seguridad jurídica y física, puesto que sin ella no hay crecimiento ni distribución equitativa de los bienes.
Es innegable que esos valores no se han alcanzado en el pasado y tampoco se alcanzarán con el populismo, por lo que seguirán siendo la legítima aspiración y responsabilidad ciudadana de alcanzar pacíficamente por medio de las instituciones constitucionales y democráticas un nuevo orden de paz y bienestar social.