Seguirle la pista a la Santa Inquisición en la época novohispana fue una labor, tenaz, de Margarita Peña (Ciudad de México, 1937-2018). La especialista en literatura de los siglos XVI al XVIII en la Nueva España se dio a la tarea de rastrear esos textos que en su momento fueron censurados o que dieron lugar a una condena. Se frecuentaron en aquellos años estos géneros literarios: en la poesía (sonetos, dísticos y décimas) y en prosa (epístolas y relaciones históricas).

Este rescate se publicó por primera vez hace 25 años y se reeditó con motivo de los cien años de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, celebración que ocurrió en 2024. Margarita Peña dedicó a esa institución años de dedicación y entrega, porque no sólo era investigadora en estos temas, sino que daba clases en la licenciatura de Lengua y Letras Hispánicas. En ese sentido, sus alumnos tenían el privilegio de estar actualizados sobre hallazgos literarios al ser los primeros en conocer las aportaciones de tal o cual documento a las letras novohispanas.
Llamaron su atención los textos que fueron considerados heréticos, que detallaban herejías, conjuros, tratados de brujería y fórmulas-rituales de carácter mágico-religioso que, en ocasiones, se usaban para sanar a los enfermos y fueron conocidos como ensalmos. El Archivo General de la Nación se convirtió para Margarita Peña en su segunda morada, pues empezó a desenterrar varios documentos que daban cuenta de las prohibiciones impuestas por la Santa Inquisición.
El Tribunal del Santo Oficio se instituyó en el territorio de la Nueva España, de modo formal, en 1571. El primer inquisidor fue el arzobispo Pedro Moya de Contreras; aunque desde antes ya se habían empezado a juzgar delitos en tierras novohispanas. Entre lo que más hostigaban era la idolatría, como es el caso del cacique don Carlos Ometeóchtli, de Texcoco, enjuiciado y quemado por idólatra; también acosaban a los que pronunciaban groserías y hasta los que formulaban proposiciones heréticas. “Resulta lógico que dentro de un Estado virtualmente policiaco, que se prolongó durante tres siglos, todo aquel que se apartara un ápice de la ortodoxia fuera considerado sujeto sospechoso”, revela Peña.
Tres siglos duraron las persecuciones de la Santa Inquisición en la Nueva España. Y así, en lo que pudo haber sido una región sitiada, con una institución vigilante del comportamiento de los seres humanos, surgieron un tipo de textos subversivos que Margarita Peña ubica como Literatura amordazada de la Colonia. Se enteró de un sinnúmero de atrocidades y tormentos que el Santo Oficio permitió en su papel de regidor de lo que estaba bien visto y lo que no era aceptable ante los ojos de Dios. Casi con el mismo ahínco que la Inquisición persiguió hechos sacrílegos, la investigadora literaria iba detrás de lo que la institución estigmatizó y ocultó.
La astrología fue un tema que se abordó, con la especificación de que Dios es “gobernador de la vida y razón de las cosas”. Y, desde esa perspectiva, se desarrolló en diferentes maneras: libros de rayas y suertes de manos, en lo que se llamó Repertorio de los tiempos: “Trata de la pronosticación de los pensamientos secretos, y dice que puede saber por los planetas, el tiempo en que uno ha de salir de la cárcel y si morirá en la cárcel o en cautiverio; y que puede saber la voluntad del que lo encarceló”.
Está el caso de Suárez de Mayorga, quien fue preso en el pueblo de Tepeaca, en donde se dedicaba a leer la palma de la mano. El inculpado tenía en su poder una edición de Opus mathernaticum, conocido como Taisnerio, escrito por Johannes Taisnier, en la ciudad de Colonia, en la segunda mitad del siglo XVI. Suárez de Mayorga hizo anotaciones a su edición y por eso le fue confiscado el libro. La censura en su apogeo.
Destaca la figura de un rebelde, fray Servando Teresa de Mier, el escritor y polémico religioso que puso en duda la existencia de la Virgen de Guadalupe. El atrevimiento del fraile le ocasionó cárcel y exilio. Peña rescata el “Soneto contra el Santo Oficio”, en donde relata los alcances y exageraciones de la persecución religiosa. Lo escribió en 1818. “¿Qué hacer? Estilos ni razón de Estado/ no podrán salvaros en el día del juicio; lo que a ejemplo de Dios no va arreglado. // o será allí condenado como vicio, / o será el Santo Dios aquí imitado, / o dejad de llamaros Santo Oficio.”
Aunque logró un indulto, Teresa de Mier estuvo tres años en poder de la Santa Inquisición, y luego fue trasladado al fuerte de San Juan de Ulúa.
Margarita Peña contaba con una sólida experiencia y dedicación cuando visitaba bibliotecas, acervos reservados y demás lugares que guardan celosamente documentos históricos. Contaba con una vitalidad envidiable. Y cuando ya sentía que su investigación iba por buen cauce o estaba por concluir, se permitía recorrer la ciudad, extraviarse en nuevos lugares y, al mismo tiempo, recobrarse al escribir cuentos y novelas sobre esos sitios. Juntaba historias que partían, la mayoría de las veces, de anécdotas y que luego aderezaba con la ficción. Verla recordar ese ramillete de experiencias era un deleite, porque ofrecía la versión fuera de las páginas del libro. Hoy la extrañamos y reconocemos su labor al recobrar esas letras disidentes de la era novohispana.