La semana pasada escribí que en Estados Unidos la comunidad financiera, los mercados y millones de inversionistas estaban preocupados por la actitud de Donald Trump respecto a la Reserva Federal, pero principalmente las agresiones verbales que ha mantenido durante casi todo el año sobre el presidente de la Fed, Jerome Powell.
Esta situación obedece a que Powell y su equipo no han querido bajar la tasa de interés de referencia y la han mantenido fija durante todo el año; la preocupación de los intermediarios financieros, más allá del pleito personal, se debe a que con estas interferencias se pone en riesgo la autonomía de la Reserva Federal.
Los bancos centrales deben ser autónomos porque la experiencia nos dice que cuando se mezclan los intereses políticos con la macroeconomía las decisiones bajo este esquema pueden resultar muy costosas.
En lugar de teorizar lo anterior, explicó con un ejemplo: supongamos que el gobierno de cualquier país desea imprimir más ímpetu al crecimiento económico, que quiere crear más empleos, que el consumo crezca, que se incremente la inversión, etc. Todas esas cosas que ya sabemos que provocan expansión económica; para lograrlo sin perder el tiempo, la decisión más atractiva es reducir dramáticamente el costo del dinero, es decir, que la tasa de interés sea tan pequeña que aliente el gasto, la inversión y todo lo demás.
Si se utiliza la política monetaria para estimular la economía, y esto no se hace con el debido cuidado, el resultado puede ser desastroso. Una bajada de tasas de interés sin tomar en cuenta las condiciones generales de la economía, como inflación, consumo, empleo, comercio exterior, niveles de endeudamiento público,déficits o superávits etc., puede resultar en un auge económico muy rápido, pero de muy corta duración.
Una decisión de ese tipo puede desatar una presión inflacionaria de gran calado, misma que llevaría ese país a una crisis financiera sin precedente, amén de causar estragos de muy lenta recuperación en el nivel de vida de la gente. Una decisión política que seguramente favorecerá en el muy corto plazo a los políticos que la impulsen, sin duda alguna terminará en tragedia.
La tasa de interés ideal es cuando es neutra, lo que quiere decir que es una tasa que permite a los negocios desenvolverse de manera adecuada en función de incrementar la productividad y la eficiencia, la tasa neutra no estimula artificialmente a la economía, pero tampoco inhibe el crecimiento.
Un banco central eficiente es aquel que toma las decisiones que le convienen a la economía para tener un crecimiento sano y sostenido, además evita decisiones que pueden alentar rápidos crecimientos que no son sostenibles en el medio y largo plazo.
Las decisiones políticas no deben contaminar las decisiones económicas.