Cultura

El derecho olvidado de descansar

En medio del torbellino cotidiano, parece que hemos normalizado la idea de que el descanso es un lujo, casi un capricho. Nos levantamos temprano, cumplimos con horarios interminables, y aun después de “cerrar” la jornada laboral, seguimos respondiendo mensajes, revisando pendientes y pensando en aquello que no alcanzamos a terminar.

La vida se nos ha convertido en una lista infinita de tareas donde el silencio y la pausa han sido relegados a un segundo plano. El problema no es solo la falta de tiempo: es que hemos dejado de reconocer el descanso como un derecho vital y no como una pérdida de productividad.

Una parte de esta raíz cultural proviene de la generación a la que muchos pertenecemos: crecimos escuchando frases como “el que madruga, Dios lo ayuda” o “el descanso es para los débiles”. Nos educaron en la idea de que trabajar sin parar era sinónimo de valor, disciplina y éxito.

El cansancio se volvió medalla de honor, mientras que detenerse un momento era casi una falta de carácter. Esta herencia cultural nos ha dejado con altos niveles de estrés, ansiedad y agotamiento crónico. Aprendimos a sostenernos en la exigencia, pero no en el cuidado; en el deber, pero no en la pausa.

Muchos autores han reflexionado sobre este fenómeno. En su libro "El derecho al descanso" de Tricia Hersey, fundadora del movimiento "The Nap Ministry", afirma: “El descanso no es ocioso; es resistencia, es una forma de reclamar nuestra humanidad frente a un sistema que nos reduce a máquinas de producción”.

Esta idea resulta profundamente reveladora: descansar no es únicamente reponer energía, sino también un acto político y emocional que nos devuelve dignidad. Nos recuerda que somos seres humanos, no engranajes.

La evidencia científica respalda lo que tantas veces negamos: el descanso mejora la memoria, fortalece el sistema inmune y previene el desgaste mental. Sin embargo, más allá de lo físico, está lo humano.

Cuando descansamos nos reconciliamos con nosotros mismos, con nuestras relaciones y con la vida. No se trata de abandonar responsabilidades, sino de reconocer que sin pausas no hay camino sostenible.

Quizá el verdadero reto de este tiempo sea aprender a detenernos sin culpa, a reconocer que el ocio, la siesta o el simple silencio también son formas de construir una vida plena. Porque no todo es trabajo: lo que nos sostiene son también las conversaciones pausadas, los abrazos sin prisa, las tardes sin horario.

Por último, recordemos que descansar no es un lujo: es una necesidad y, más aún, un acto de amor propio. Así que la próxima vez que tu agenda parezca invencible, hazte una pregunta sencilla: ¿quiero llegar lejos y quiero llegar bien? El descanso es la respuesta silenciosa que puede cambiar el rumbo.


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Magda Bárcenas Castro
  • Magda Bárcenas Castro
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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