¿Te cuesta dormir porque tu mente no para? ¿Repasas conversaciones una y otra vez? ¿Imaginas futuros que te desgastan antes de que sucedan? ¿Sientes que piensas tanto, que terminas paralizado?
El sobrepensar -o como muchos lo llaman ahora, “overthinking”- no es un trastorno, pero sí un síntoma. ¿De qué? De un cerebro alerta, de una mente que busca controlarlo todo. Nace del miedo, de la ansiedad anticipatoria, de una necesidad profunda de encontrar certezas donde no las hay.
También puede venir del perfeccionismo, de experiencias pasadas que dejaron huellas, o simplemente de vivir en un mundo que nos exige respuestas rápidas y decisiones impecables.
Pero… ¿pensar demasiado es necesariamente malo? La respuesta, como casi todo en la vida, es: depende. Sobrepensar puede ayudarnos a tomar decisiones más cautas, a prevenir errores, a proyectarnos al futuro.
Es una herramienta evolutiva: el cerebro simula escenarios para protegernos. Sin embargo, cuando ese pensamiento se vuelve rumiación, cuando dejamos de actuar por analizar tanto, cuando las posibilidades se vuelven cárceles mentales… entonces ya no es reflexión, sino un sabotaje.
Vivir sobrepensando nos desgasta emocionalmente, interfiere con nuestro descanso, con nuestras relaciones, y lo más delicado: nos desconecta del presente. Entonces, ¿qué hacemos con toda esa energía mental que insiste en hablar, repasar, imaginar? La canalizamos.
Una forma poderosa y sencilla de hacerlo es la escritura. Cada noche-o en un momento tranquilo del día-siéntate con papel y pluma. Escribe durante 10 minutos sin detenerte todo lo que te preocupa, inquieta o rebota en tu mente.
No edites, no juzgues, no corrijas. Deja que las ideas fluyan como si fueran vagones de un tren que pasa frente a ti. Cuando termines, subraya una frase o idea que se repita, que pese más. Esa será tu pista: ahí hay algo que tu mente necesita resolver o liberar.
Convertir el sobrepensar en escritura es transformarlo en autoconocimiento. Te conviertes en testigo de tu caos, y poco a poco, ese testigo va tomando el control del timón. Recordemos esto: pensar no es malo. Lo malo es quedarnos a vivir en la cabeza y olvidarnos de habitar el cuerpo, la emoción, el ahora.
No todo pensamiento merece una solución inmediata. Algunos solo necesitan un lugar donde descansar. Que tu cuaderno sea ese refugio. Porque a veces, no es que pensemos demasiado. Es que no nos damos permiso de escribir lo que sentimos.
Y como dijo alguna vez Virginia Woolf: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. Pero sí puedes abrirle una puerta, para que no te encierre.