Política

Beneficios y riesgos, nada artificiales, de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial, asociada con la robótica, los grandes datos y el internet de las cosas –lo que se identifica como industria 4.0– representa una transformación radical para la humanidad. A lo largo de la historia, en el mundo han sucedido revoluciones industriales y tecnológicas que han modificado la dinámica de la sociedad, pero lo que estamos viviendo ahora –y lo que pronto vendrá– es otra cosa, no hay punto de comparación.

Con el desarrollo de la industria 4.0 se sustituyen drásticamente el hacer y el ser de la persona, pues no solo se suplanta la mano de obra, sino que también comprende el ámbito intelectual. Estamos hablando de sistemas que imitan cómo piensan los seres humanos, con capacidad para tomar decisiones autónomas y resolver problemas. Utilizan el pensamiento lógico racional, llegando a detectar emociones y sentimientos.

Se trata de un fenómeno que amerita un análisis multidimensional. En primera instancia, como toda transformación social, trae consigo beneficios y riesgos –y costos–, en los que no es fácil controlar las inclinaciones de la balanza. Si nos preguntáramos en dónde se manifiestan los impactos, más bien habría que responder con otra pregunta: ¿En qué no se manifiestan los impactos?

Los beneficios se pueden apreciar en prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana y en otros de mayor envergadura. Por ejemplo, en el funcionamiento de los vehículos autónomos con capacidad de conducirse solos. No se diga en el ámbito de la salud, en el que –aunado al desarrollo científico en ese ámbito– se pueden tener niveles de predicción y efectividad en los tratamientos, así como en las intervenciones quirúrgicas a distancia, incluso desde diversos países. Robots debidamente programados podrán hacerse cargo de personas enfermas o de la tercera edad. En materia de seguridad, se posibilitan las estrategias de inteligencia, con mucha más precisión. En su otro aspecto, seguramente se construirán armas mucho más letales y efectivas, en las que para su activación no sea necesaria la presencia humana. En fin, la lista podría ser prolija, aquí sólo mencionamos algunos ejemplos.

Escenarios presentes y futuros suelen ser alentadores, pero no podemos caer en la ingenuidad, los riesgos también existen e importan. Por ejemplo, si los vehículos autónomos toman decisiones, pues deberán decidir qué hacer si ante la ponchadura de una llanta: o atropellan al peatón o se estampan con otro vehículo, con las consecuencias respectivas. Todos los diseños inteligentes que sirven para generar más seguridad también están a disposición para finalidades deleznables; y el armamento podrá ser utilizado no sólo para combatir a la criminalidad, sino también para delinquir, con altos niveles de precisión y con alcances a gran escala, con daños colaterales inmensurables. Así como las grandes empresas locales y transnacionales se diversifican, emprenden e innovan, optimizando al máximo los réditos de la industria 4.0, también lo hace la delincuencia organizada, sólo que con mecanismos diversos y objetos de lucro distintos.

Esta situación sugiere una revisión profunda desde todas las áreas del conocimiento y disciplinas, aunque los escenarios sean complejos y retadores. Por ejemplo, en el ámbito del derecho penal, sucede que el delito siempre lo hemos estudiado, configurado y orientado desde un primer elemento que marca la pauta para que sucedan los demás: el comportamiento humano. A partir de dicho comportamiento se analiza si un delito puede ser doloso o imprudente; si la persona actuó o no en legítima defensa, si es culpable o inocente, y un largo etcétera. Pero resulta que, bajo ciertos escenarios, como en algunos de los arriba mencionados, precisamente no existe comportamiento humano que haya decidido el desenlace desafortunado. Indudablemente, será necesario revisar a profundidad todo el basamento del derecho penal, pues el riesgo de generar impunidad e injusticias –más de las que ahora existen– es latente.

No se trata de dramatizar más de la cuenta ni de caer en el olímpico rechazo del desarrollo de la industria 4.0, sino de apreciar el fenómeno en su dimensión más amplia y actuar en consecuencia. Esto ha generado reacciones en países avanzados, como Japón, que sugieren la configuración de la sociedad 5.0, lo cual se traduce en que el desarrollo industrial se construya desde el entendimiento social y humano, agregándole el contenido ético. Por su parte, la Unesco ha hecho llamamientos a la comunidad internacional para que se delimite y regule de la mejor manera posible este fenómeno, en beneficio de las presentes y futuras generaciones.

Como se mencionó al inicio, no es la primera ocasión en que la humanidad vive una transformación que la concite a modificar sus estructuras, pero esta es mucho más profunda, disruptiva y acelerada. Ante la víspera de fenómenos cambiantes, nuestros ancestros decían: “Quién vivirá…” Pero, actualmente, para las generaciones que nos ha tocado vivir estos tiempos, no hay más que dos opciones: o nos morimos antes, o viviremos estas realidades, con sus beneficios y riesgos. Ya veremos cuál nos toca.


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Luis Felipe Guerrero Agripino
  • Luis Felipe Guerrero Agripino
  • [email protected]
  • Doctor en Derecho, ex rector y catedrático de la Universidad de Guanajuato
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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