El ejercicio del poder es un fenómeno que puede observarse en prácticamente todos los mamíferos “superiores”, incluido el ser humano, siendo la etología o la psicología comparada las ciencias abocadas a interpretar y explicar dicho comportamiento, ya sea considerado como instinto biológico de conservación o como conducta socialmente aprendida.
Ambas lo estudian, interpretan y sostienen sus propias conclusiones, pero lo cierto es que desde siempre, el deseo de obtener y conservar el poder sobre el resto de su especie, ha planteado un contradictorio conflicto para las sociedades humanas.
Michel Foucault afirmaba que: “el poder no solo se transforma en autoridad sino en sujeción por parte del que pierde el poder”, en un acto en el que quien entrega el poder, entrega su libertad en una relación de atadura obediente hacia quien lo ejerce, quien por lo demás adquiere la autoridad de castigar la eventual desobediencia del primero.
Así, el poder se convierte en una herramienta política añade Foucault, cuando afirma que: “El poder no se ejerce tanto sobre el cuerpo de a quienes se castiga, sino sobre el alma de a quienes se vigila, educa y corrige”.
Contradictorio conflicto llamé antes a esta compleja necesidad social humana de entregar a otro su libertad y obediencia, tal vez por eso y para prevenir el autoritarismo, cuenta un mito que hace ya 500 años, en Aragón se le exigía al Rey la jura de las leyes antes de coronarlo, acto en el que los gobernados le añadían:
“Nos, que valemos tanto como vos, y todos juntos más que vos, os facemos nuestro rey y señor, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; ¡y si non, non!”.
Un intento más de lograr el sueño imposible de democratizar el poder, toda vez que como la historia lo demuestra, una y otra vez se cumple la sentencia actoniana de:
“Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Porque la ambición y la soberbia moran agazapadas en el alma humana, y hoy como siempre con mucha facilidad hacen del poder un ente morboso, que además de enfermar al poderoso, contamina y se contagia.