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Desórdenes milenaristas

Escribo un amplio ensayo que trata sobre la errónea concepción que se tiene del mundo medieval al pensarlo aún “oscurantista”, en plena época de la criticable violencia mundial. He entregado ya avances para la revista “Corre, Conejo” y en suplementos especializados. Lo medieval ha sido un motivo central en mí porque impartí la cátedra en prestigiadas instituciones educativas que me llevaron a la lectura de Jacques Le Goff y Georges Duby, entre otros muchos autores.

Se imponen y se vuelven obsesivos los temas, es cierto.

Debo a la editorial Novaro, en las ediciones de sus álbumes gráficos, mi primer acercamiento hacia lo medieval y sus desórdenes naturales que asombraban a los hombres (coincidencia acaso) cada fin de milenio.

Lo malo del asunto es que nadie vive mil años como para testificar lo escrito precisamente por Georges Duby en su libro “El año mil” (Gedisa, 1967). Sin embargo se trata de una información que no deja de sorprendernos:

En el 1040 el mundo se enfrentó a selectas monstruosidades biológicas extremas: las “metamorfosis patógenas”, así conocidas muchos siglos después ya que entontonces los ojos humanos que veían el cielo, la luz y la tiniebla, no podían explicarse casi nada, a pesar de tener una sorprendente organización libresca y del tiempo.

El siglo XII (tránsito del feudalismo al capitalismo) fue definitivo: un detonante entre economía y religión sin precedente al aparecer la usura. Duby resalta los siguientes fenómenos: la aparición de eclipses y cometas asociados a la lluvia de estrellas.

Un asunto que me llama demasiado la atención: ¿Cómo llegaron a América, antes de la conquista, las versiones que conocemos como bestias dañinas? Quizá mito, sueño colectivo.

Me refiero a las epidemias, el hambre o los trastornos espirituales (una herencia que la cultura occidental ha documentado hasta nuestros días a través del cristianismo) aludiendo a castigos divinos ante las específicas faltas cometidas.

Sin duda el Medioevo marcó el destino del hombre contemporáneo.

Hay algo visible y no visible en los prodigios del milenio. En un ambiente tecnologizado estamos tan indefensos como en la Edad Media: distanciados, perdidos, simulando ante lo invisible: trastornados.

El otro rasgo lo ocupa bien la actual insensibilidad ante los demás, cosa que no tuvieron los seres humanos en el Año Mil.

Un mayor panorama lo encontramos en la “Gente de la Edad Media” de Robert Fossier (DeBolsillo, 2019): no hay más entorno que la indefensión, lo vulnerable.

Juan Gerardo Sampedro


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