Hemos comenzado una etapa de consolidación democrática sin precedentes en la historia patria. La victoria de la cuarta transformación es la garantía de esperanza en el proceso de civilidad política al que aspiramos. Claudia nos guiará, como mujer y por primera vez en nuestra efeméride, por el camino de la certidumbre y la confianza basada en el principio fundacional que comprende a la política como el instrumento de convivencia civilizada entre los individuos para construir la Res Pública. La del domingo 2 de junio fue una jornada plena de trascendencia y fortaleza para las causas de la justicia, la equidad, la igualdad y la democracia. Fuimos testigos y actores privilegiados de la sinergia en torno a un proyecto de nación que avanza y que, paso a paso, de manera firme y certera edifica nuestra casa común.
Nos debe quedar muy claro que la presidente la andará sola y que no depende sólo de ella que la marcha del país nos conduzca, como por arte de magia, a los estadios de progreso y desarrollo material positivo que merecemos como sociedad pluricultural y multiétnica que conformamos a lo largo y ancho del territorio de nuestra soberanía. Mucho depende de nosotros. En ese día promisorio ganó la otredad por sobre el egoísmo. Ganamos quienes dedicamos nuestros afanes e inteligencias para generar capacidad y crear oportunidad para que el otro, los otros, consigan el bienestar tan anhelado en el universo de la equidad entre iguales en términos de derechos y obligaciones ciudadanos. Vencimos en el terreno de la contienda contra quienes no descifran los sentidos y significados de los valores comunes y que nada más saben ver el mundo con ojos para sí mismos y los privilegios del mundo pequeño en el que viven. Triunfamos quienes basamos nuestra actividad en los principios y la filosofía de la subsidiariedad, quienes actuamos y razonamos en función de la lógica de producir con base en la optimización, el equilibrio y la eficacia social, en aras de propender que “primero los pobres” y obvio y en consecuencia, luego todos los demás, para que todos tengamos y ejerzamos los mismos beneficios y prerrogativas. Tengan por cierto que jamás nunca seremos como Cuba o Venezuela.
Mi mensaje a la oposición derrotada es que será muy positivo para México que ya no se desgasten en batallas sinsentido ni en luchas estériles que no los llevaran a puerto seguro. Quítense los fantasmas que los agobian y asustan, aparten las telarañas mentales que los atrapan, olviden los infundios que los confunden… Mejor dediquen su energía y capacidades a contribuir y aportar mediante su trabajo y recursos para apoyar el proyecto en marcha. Inviertan en capital humano, generen empleo, construyan escenarios de certidumbre, hagan patria y denle sustento a quienes más lo requieren. Claudia Sheinbaum es tan sólo el ariete, cual ángel de la victoria, que va avante pero requiere de la fuerza de los mexicanos para transitar de la potencia al acto de constitución de la nueva nación mexicana que emerge airosa y que consuma así el sueño de la raza de bronce, para que no acaben la gloria y la fama de México, mientras exista el mundo
