“Antes como antes, hoy como hoy” es un dicho que atribuye a los indígenas de la sierra madre occidental, la de los mayos, los yaquis u otros grupos étnicos de la citada región.
Parece un principio filosófico para esas etnias de mucha sabiduría a las que no les engañan las fáciles ofertas del mundo del mercado y de la técnica.
Pero a los que vivimos avasallados por la cultura del mercado, ya desde el mes de agosto estamos invitados a tener una navidad de consumo, para los adultos, de juguetes para los niños; y ahora que ya la gente de comunica por teléfono celular, se invita a niños, jóvenes y adultos a que por carta le hagan peticiones a “santa”, para que les cumpla antojos, siempre que no se olvide de la vestimenta roja y blanca, para exhibirse unas horas como payaso de casa, banqueta, reunión social, etc., a fin de cuentas que se trata de juego.
Allá por los años 1520 en adelante, se inició en esta nación mexicana lo que se llamó “la primera evangelización”, iniciada por franciscanos, agustinos, dominicos, mercedarios, etc., religiosos que inventaron las “posaditas”, con cantos que hacían alusiones al evento de nacimiento de Jesús de Nazareth.
Añadían, como evento secundario, el consumo de golosinas, una piñata con los siete pecados capitales a los que los niños le daban de trancazos, como repudio social a la conducta que se deriva de su práctica.
Enriquecían el ambiente la celebración de las pastorelas, con amplios temas bíblicos, con demonios de mal humor, y personajes desde el Antiguo Testamento, el Nuevo hasta terminar con políticos indeseables a quienes se les daba alguna broma pesada.
En este estilo, cabían escenificaciones de los siete sacramentos, de los dogmas, etc., una riqueza que hoy sólo existe en bibliotecas.
Pero hoy tenemos una avasalladora navidad comercial, acorde con la época del consumo, masiva, de muchos cantos navideños que se entonan fuera de tiempos litúrgicos.
Navidad de mayorías a las que se acude sin obediencia a algún imperativo religioso; hay otra navidad de minorías, de templos, que aburre a los niños y adolescentes, a la que se acude por un cumplido, por no quedar mal con la novia o cualquier otro motivo que poco tiene que ver con la fe.