La Iglesia Católica celebra el año 2025, como año Jubilar, que recuerda el Papa Francisco, como un año entroncado con la tradición judía, “cuando al sonido de cuerno de carnero –en hebreo yobel- anunciaba, cada cuarenta y nueve años, uno de clemencia y liberación para todo el pueblo (Lev. 10, 25).
Este solemne llamamiento debía resonar idealmente en todo el mundo” (Mensaje de Paz del Papa Francisco, para el 1º. De Enero del año 2025).
Tanto el Papa, como los obispos en sus respectivas diócesis, han hecho eco a lo que bíblicamente se le llama “Año Jubilar”.
El llamado “Año Jubilar” es una oportuna ocasión para reflexionar el modo en el que debemos realizar un quehacer que lleve a eliminar las injustas desigualdades sociales, las guerras, las discriminaciones por raza, sexo, color, posición económica, instrucción académica.
Es evidente que nada justifica el querer eliminar a un pueblo o a una etnia, como lo estamos observando en tantas noticias nefastas, de nuestros últimos.
Entre el amplio campo de injusticia social de estos últimos años, surge con creciente preocupación “la amplia devastación a la que está sometida nuestra casa común, empezando por esas acciones que, aunque sólo sea indirectamente, alimentan los conflictos que están azotando a la humanidad.
Así se fomentan y se entrelazan desafíos sistémicos, distintos pero interconectados que se asocian a nuestro planeta. Me refiero, en particular, a las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, el rechazo a toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar.”
El pasado primero de enero se celebró la 58va. Jornada Mundial de la Paz, que nació de una propuesta del Concilio Vaticano II (años 1062-1963), con la finalidad de iniciar cada año, con un propósito inicial para construir diariamente la justicia, cuyo fruto es la paz.
En Torreón esta jornada ha sido aceptada en la Diócesis, pero no con una reflexión generosa en prácticas pastorales de paz.
Con poca información sobre el entorno mundial ni latinoamericano.
Por varios años, la Parroquia Cristo Redentor del Hombre atendió con solicitud este mensaje, sobre todo en las décadas de los años setentas y ochentas.
No se ha apagado la mecha que aún humea, pero no se ve mucho entusiasmo, pero esto es serio.