Hay mucho qué meditar sobre la Virgen de Guadalupe.
Desde que se escribió en idioma náhuatl el Nikan Mopoua, por el erudito indígena, Dn. Antonio Valeriano, a pocos años de las apariciones, el relato sufrió cierto silencio, hasta que un sacerdote diocesano, el Bachiller Dn. Miguel Sánchez, 116, rompió el silencio y escribió, 116 años después, un pequeño librito que fue de mucho agrado para los criollos, quienes ya comenzaban a sentirse molestos por el trato desigual del reino de España, con relación a los llamados reinos de este lado del Atlántico.
Tal evento histórico, que tuvo su raíz primera en las culturas indígenas de aquel tiempo, de la primera mitad del siglo de los años 1500, tuvo su enorme influencia en la primera cristianización de las culturas indígenas quienes por buen tiempo, no aceptaban el catolicismo, razón por la cual, las órdenes religiosas que habían llegado para misionar: franciscanos, dominicos, agustinos, comenzaron a pensar seriamente en regresarse a España.
El significado de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, cambió el ambiente.
La conquista militar que vino de España, no era del agrado de las culturas indígenas. El evento guadalupano le da un giro histórico a la predicación del Evangelio.
Lo que narra el Nikan Mopoua en nada contradice a la enseñanza evangélica; muchas nociones allí expresadas, tiene expresiones parecidas a los relatos evangélicos, sobre todo del evangelista San Juan.
El Bachiller Miguel Sánchez, escribió sus relatos guadalupanos, sobre todo para los cultos criollos, que ya a mediados de la centuria de 1600, comenzaban a sentirse, injustamente aporreados por la madre España, no tan entrañable con ellos, puesto que los marginaban de muchos puestos de influencia, tanto civil como religiosa.
De esta manera, la adhesión a la Virgen de Guadalupe ganaba otro sector maginado del México dominado por una potencia europea
Luego vinieron las tarugadas de varios reyes de España, como la expulsión de los jesuitas, en 1767, que unidas otras muchas, crearon muchos descontentos sociales y cuando llega el proceso de la independencia de México, el estandarte guadalupano, provoca la unidad del pueblo.
En el Congreso de Chilpancingo, Morelos llama a la Guadalupe “la patrona de nuestra libertad” y, cuando Agustín de Iturbide busca darle unidad al movimiento independentista, pone como una garantía la religión, ya que México no tenía experiencia de ningún elemento que más le uniera que la religión.
La república, la federación, en ese tiempo, son culturas ajenas.