La veldá, no hay manera de saber quién le echa más melodrama reguetonero a sus lamentos borincanos. Las lágrimas de cocodrilo de Laynez Potisek en su despedida como ministro de la tremenda corte sí fueron muy conmovedoras, sobre todo porque se veía muy triste porque ya no iba poder seguir atendiendo como debe de ser a los oligarcas que no quieren pagar impuestos. Se veía muy bajoneado el ministro, lo bueno es que se va bien forrado, eso lo salva del bajón.
Y qué decir de Xóchitl Gálvez comparando el caso de su hermana Malinalli con el de Israel Vallarta y exigiendo un trato igualitario para su sister. Vallarta le respondió que la podría apoyar, pero que empezara como él dando la batalla judicial y social, saliendo a las calles a exigir justicia y libertad como hizo su esposa Mary Sainz, que se la rifó una y mil veces. Digo, la señora del huipil podría encadenarse en la penitenciaría como hizo en el Senado con la botarga de dinosaurio y desde ahí dar la batalla. Como que quiere todo peladito y a la boca. Curioso que con el poder que ha tenido como secretaria de estado, alcaldesa, delegada y candidata presidencial, y con el Poder Perjudicial Piñista de su lado, no haya podido sacar a Malinalli. Así ha de ser el tamaño de las cosas.
Lo que sí estuvo muy lacrimógeno fue lo de mi tatankita Lorenzo Córdova que, con una pequeña ayuda de la ministra Piña que siempre está de lado de la verdad y la justicia derechueca, logró que no le dijeran ni racista ni clasista, aunque sea racista y clasista. Él es el hombre barbado y de ojo azul chiclamino de la profecía esperada, no se vale que toda esa bola de nacos y de indios se quieran burlar de él. Su clasismo y racismo merecen respeto.
Ojalá que antes de irse a los madrides con su visa dorada para reunirse con sus amiguis (Caldedrunk, Peña y el Megamind de Salinas de Gortari), la ministra Piña —que tiene mañas judiciales que no son de niña— consiga amparar a mi tatanka Lorenzo para que cuando le griten en la calle, como acaba de ocurrir, no le vayan a decir “demócrata”, que eso sí le duele. Lo demás se le resbala, pero eso no. Igual que a los pitufos electorales de Pepito Woldenberg.
No sé por qué presiento que, en este momento, doña Norma Piña —que no vende piñas— está buscando la manera de quedar bien con Calderinflas, la Morera, García Luna Productions, #LordMontajes Loret y el siniestro señor Margolis, intentando que regresen al tambo a Israel Vallarta y saquen a Malinalli Gálvez.
Es muy capaz.