Hay que comprender a los adictos a la gentrificación, que cuando ven unos terrenos, unos edificios, unos depas o unas casas, lo primero que se les antoja es extraer con fórceps a sus habitantes (que no merecen estar ahí por su condición jodida y emergente) para darles una chaineada ornamental vintage e instagrameable, -con su pasteurización y homogeneización incluidas- para que sean tomadas por asalto por gente bonita como Luisito Comunica (pero siempre frivoliza), que no tendrán que autodeportarse cuando los precios de las viviendas vayan subiendo de manera exponencial.
Una muy noble aspiración la de impedir que quienes carezcan de sentido del glamour, o no estén dotados estéticamente para los trending topics, ofendan con su insensata presencia geografías very pipiris nais como La Condechi.
Ellos, émulos del padrote Zuckerman, merecen que la gentri amarchantada a la filosofía distópica del Cártel Inmobiliario del PAN, vivan en sus zonas de confort ajenas a la grasienta, folclórica y morenaca realidad.
Dirán que los argumentos de esta cofradía neoliberal es groseramente clasista y cercana a Lady Racista, pero lo que no entienden es que el humanismo, la empatía y la solidaridad están muy demodés. Ya se sabe, los pobres son pobres porque quieren, no se atreven a progresar y le echan la culpa a la explotación capitalista y a la falta de privilegios por todos sus estropicios.
Digo, ¿por qué los ultraderechosos prianistas y fauna individualista a rabiar, tendrían que preocuparse por los otros como exigen tramposamente los zurdos de mierda como dice Milei y algún plutócrata machín y moroso?
Desde esa mirada de la Laura Zapata original, debe ser muy extraño que la presidenta Sheinbaum, hable de prosperidad compartida y de todas esas patrañas comunistas que lo único que hacen es malbaratar el futuro. Claro, el futuro para los más acomodados, los winners, los juniors tóxicos que primero gentrifican y luego verigüan.
A la derechairiza en éxtasis se les ha de haber hecho muy extraño que la presidenta haya mandado ayuda a los texanos por las inundaciones, a pesar de los gritos, provocaciones, deportaciones que Trump le profiere cotidianamente a los mexicanos. Todo mientras Donald, en vez de echar la mano, culpa a Dios de la tragedia. Lo suyo es apoyar a la netanyahuista e hiperviolenta gentrificación de Gaza.
Ya lo dice Susanita, la amiguita de Mafalda que es la, que a los pobres no hay que ayudarlos, que basta con esconderlos.
¡Gentrifíquense ahí!