Ahora sí que se la bañaron los del sector opositors. Ya es suficientemente estrambótico y siniestro que la distinguida y fina Kinky Téllez ande pululando por el Senado con su megáfono comprando colchones y fierro viejo que venda, como para que la imiten los demás panistas y conviertan el recinto una de esas orgififiestas muy blanquiazules del tipo “¡Ánimo Montana!” Entre más conozco a esta gentucilla más quiero, aprecio y valoro a la gente que anda por las calles con su carrito ofreciendo tamales calientitos, verdes, blancos y de dulce que deberían de demandar a los choznos de Gómez Morín por su hórrida usurpación de funciones para manifestarse en contra de la Reforma Electoral. Ya saben, demócratas a los que la democracia les genera dispepsia.
Digo, tiene su lógica, aunque sea reggaetonera, eso de defender a muerte las pluris y los grandes presupuestos que tanto ha gozado la Opo, pero entre sus perros osos con megáfono, la cara de toro loco de Ricardo Anaya haciendo el ridi con su altavoz en mano (le falta un grado para ser parte del Cartel del Botox junto con Mancera y Alitito Moreno que, al borde del desafuero, anda diciendo que él y unos priistas desconocidos, hicieron este país. No se burlen) y el apoyo de Xóchitl Gálvez, no puede estar más desprestigiada. Fue divertido ver cómo mientras amenazaba a la Reforma Electoral, casi decía que su hermana era una santa, no como Israel Vallarta. Se le olvida como a López Sanbalín todas las pruebas e investigaciones que lo declaran inocente. Con razón Emmanuelle Steels, autora de El teatro del engaño, Cassez-Vallarta, historia de un montaje, ante su bola de mentiras y sinsentidos, le dijo en el Twitter que no lo iba a refutar, que él se refutaba solo.
Igual que Woldenberg y sus campeones de la antidemocracia con objetivos (Córdova, Murayama, Valdez Surita, Baños, Marván, Ufraude) que se refutan a sí mismos con su idea primitiva y propia de las gargantas aventureras a las que ya les anda por volver a manosear al INE para dejarlo como en los tiempos de Calderón, rechinando de fraudes. Nomás de oírlos gritar “¡Ayyy miiiisssss pluuuuriiiissss!” te dan ñáñaras y chiripiorcas. Una abajofirmancia que le saca perrillas a las urnas.
Cosas que dan grima como Alatorre asegurando en su despedida que “yo me mando solo”. En cualquier chico rato aparece #LordMontajes Loret con su megáfono gritando aquello de “¡Arriba las manos, esta es una entrevista!”.
Es lo malo de haber sido niños sin amor.