Verlas en las calles pidiendo limosna, vendiendo baratijas o haciendo malabares me causa estupor, lástima y coraje, conjunción de sentimientos encontrados derivados de lo que el gobierno mexicano nombró a este 2025 como el año de la mujer indígena.
Que caso tiene, ¿dónde está el mérito, cuáles han sido las ventajas, los favores, a las canonjías que han encontrado las miles de mujeres indígenas desbalagadas por todo el país, muchas veces explotadas, sentadas en las banquetas de los destinos turísticos de México, vendiendo con regateos?
Este decreto fue anunciado en la mañanera de 23 de diciembre de 2024 por el aquel entonces todavía director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Diego Prieto Hernández, quien dijo: “La idea es resaltar el papel que tiene la mujer en la humanidad, toda, pero en particular en la lucha por la emancipación y por los derechos de los pueblos indígenas”.
La emancipación humana se refiere al proceso por el cual los individuos o grupos sociales buscan liberarse de restricciones, opresiones o dependencias, tanto a nivel individual como colectivo.
Nada más lejano de la realidad, las mujeres indígenas no se parecen en lo más mínimo al cuadro de las cuatro damas pintadas rebosantes de belleza y salud representando a las culturas Mexica, Maya, Mixteca y Tolteca.
La mercadotecnia, en este caso de poco sirve, porque nadie cree que por el solo hecho de imponerle el nombrecito al año, las mujeres indígenas serán mejor alimentadas, o contarán con asistencia y prevención médica, vestido, vivienda, educación para sus hijos y buen trato de sus cónyuges, familiares y de sus gobiernos.
Según la ONG “Manos Unidas”, ser indígena es sinónimo de explotación, ya que la vulnerabilidad a la que se enfrentan las convierte en víctimas de una triple discriminación: por mujeres, por pobres y por indígenas.
Y qué decir de los casamientos forzosos en las comunidades indígenas, donde los matrimonios infantiles vulneran los derechos humanos de las niñas y adolescentes, siendo despojados de su tierna edad, con violencia embarazos precoces, abandono escolar y pobreza.
Es a ellas es a quienes todos deberíamos pedirles perdón, en lugar de ponerle nombre al año 2025.