Cultura

Los ladrillos de Babel

Los elementos diagnósticos de Arthur Koestler sobre el problema del ser humano son: a) el crecimiento explosivo de la neocorteza cerebral humana y su control insuficiente del cerebro antiguo; b) la prolongada dependencia del recién nacido y su entrenamiento para la sumisión acrítica ante la autoridad; c) el lenguaje y lo que llama su doble maldición de acicate y barrera; d) el conocimiento de la muerte y el miedo ante ella que intensifica la división mental.

El inusual crecimiento de la neocorteza cerebral humana, una mutación en el orden evolutivo biológico, descolocante y aún no explicada por el reduccionismo científico, concentra la dualidad que caracteriza lo humano: el cerebro arcaico dominado por el instinto en lucha feroz con otro más reciente capaz de construir pensamiento lógico y simbólico, capaz de reflexionar sobre el pensamiento mismo y el pensador que lo piensa, capaz de hablar. La suma entre el ángel y la bestia ha producido al ser humano. Caín y Abel.

Esta dualidad resulta fluctuante y muchas evidencias indicarían que históricamente ha predominado el cerebro arcaico, la salvaje biología instintiva. Todos los grandes productos humanos: instituciones, arte, religiones, sistemas de pensamiento, culturas, quizá no sean más que formas para trascender o atemperar la zona instintiva, promovida en la sociedad del rendimiento mediante la hegemonía ideológica de la autoexplotación, de lo material como único valor, de la obtención del éxito —esa ideología, la más falsa en circulación (Alice Miller)— como realización ontológica, de la felicidad permanente como aspiración, del entretenimiento incesante para los usuarios terminales de sí mismos, del egoísmo de los narcisos ahogados en su propia psique que tiempo atrás salían de su encierro en lo particular para ser otros y ahora son consumidores neuróticos que solo viven desde el yo, una hipótesis inútil.

Sin embargo, el sonido se hace de la fricción. La lucha entre lo inferior y lo superior, el ajuste entre voluntad, razón, sentimiento y deseo es otra manera de asumir los orígenes del hombre. Una leyenda gnóstica transmitida por Cioran cuenta que antes de que existiera el tiempo hubo una batalla en el cielo entre el Arcángel y el Dragón. Los ángeles que no tomaron partido por ningún bando fueron castigados a radicarse en la tierra, donde la tarea de la existencia es elegir, optar.

El trastorno mental que para Koestler parece endémico en nuestra especie es la omnipresencia de los sacrificios humanos, de las guerras que involucran a todo el planeta. También la división paranoide entre el pensamiento racional y las creencias afectivas e irracionales, el contraste entre el genio humano para dominar a la naturaleza y la ineptitud para resolver los asuntos civilizacionales como causas eficientes que nos han colocado en esta inquietante encrucijada histórica.

En su testamento intelectual, texto que concentra una vida de búsqueda, escritura, interpretación y disputa con los signos de los tiempos (En busca de lo absoluto), Koestler emplea un epígrafe intrigante: “Una vida de análisis por una hora de síntesis”, porque en ninguna parte cuenta si esa hora le fue dada alguna vez. En repetidas ocasiones se refirió a sí mismo como un caso típico hasta 1940 de un miembro de las clases medias educadas de Europa Central. Vivió la Primera Guerra Mundial y sus secuelas, y la primera mitad de su vida estuvo ideológica e intelectualmente dominada por una trinidad secular: Marx, Freud y Einstein.

Cada una de esas tres deidades se redujo a un dios fracasado: “entre todos dejaron a su paso un Götterdämmerung y luego un abismal vacío”. La utopía marxista, la sexualización freudiana y la totalización científica se pudrieron en el tiempo desencantado de la posmodernidad. Exploró después algunas vías orientales como la del budismo zen, que comprendió escasamente. En su epílogo recordó su juventud, donde consideraba que el universo era un libro abierto, y la comparó con la vejez, cuando le parecía un texto escrito con tinta invisible y en el que solo la gracia permitía descifrar algunos fragmentos.

Aunque puso en duda algunas versiones contemporáneas del misticismo oriental, que no remediaban la trágica situación de la gente, creyó ver indicios de un nuevo misticismo o conciencia cósmica que culturalmente emergería de los mundos subatómicos recién conocidos por la física cuántica.

“Es una tarea frustrante, pero también divertida; es parte de la tragicomedia humana. Llevar ladrillos a Babel [término derivado del acadio Bab-il: “Puerta de Dios”] no es un deber ni un privilegio; parece una necesidad inscrita en los cromosomas de nuestra especie”. Líneas últimas o refrendo de la obligación para descubrir un sentido existencial que acaso encontró al morir en Londres al lado de su esposa Cynthia, miembros los dos de la Sociedad para la Eutanasia Voluntaria, Exit.

Un símbolo drástico: entrar a la muerte en pareja y con los ojos abiertos.

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Fernando Solana Olivares
  • Fernando Solana Olivares
  • (Ciudad de México, 1954). Escritor, editor y periodista. Ha escrito novela, cuento, ensayo literario y narrativo. Concibe el lenguaje como la expresión de la conciencia.
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