
Podemos bautizar el de López Obrador como el sexenio de la demoscopía. El sexenio de las encuestas. Cualquier crítica al Gobierno se acallaba con una encuesta. No hay medicinas, pero qué popular es Andrés Manuel López Obrador. No hay pruebas de la reducción del huachicol, pero miren como una mayoría de mexicanos apoya al presidente en su cruzada. La gestión de la pandemia fue un desastre, pero no falta la encuesta que diga lo contrario y que es cacareada ad nauseam en la mañanera. El sexenio más violento de la historia de México, pero ya vieron que Morning Consult dice que López Obrador es el presidente más popular del mundo. Frente a la realidad de las cifras, la tozuda realidad de todos los días, el régimen equiparó pueblo con encuesta. Con la intención de construir la idea de que sólo una minoría resentida disiente de las decisiones de López Obrador. Y que el pueblo encuestado está feliz, feliz, feliz.
Ese uso y abuso de la demoscopía ha generado efectos nocivos en la opinión pública y en la dinámica de partidos. En primer lugar, de la noche a la mañana brotaron decenas de supuestas casas encuestadoras que nunca habían participado en un proceso electoral. Y que se ponen al servicio del cliente para pintar la realidad política que mejor le parezca a quien paga. Siempre hemos sabido que quien paga una encuesta puede influir en ella, pero también es verdad que siempre ha habido encuestadores que se niegan a alterar los resultados de sus estudios. Encuestadores honestos que ponen su prestigio por encima de su cartera. Lamentablemente, en el México de hoy, estos últimos son una minoría. Y eso es grave porque la ciudadanía se confunde y, por ende, descree de cualquier dato que venga de una encuesta. En lugar de ser instrumentos que permitan un voto más informado se convierten en artilugios pagados y explotados por los partidos políticos.
Otro efecto que tiene el uso y abuso de las encuestas fue el de enterrar el debate sobre las primarias y la participación de la ciudadanía en la elección de los candidatos. Morena eligió todos sus candidatos con encuestas. He conversado con encuestadores de prestigio y me contaron el control que el partido ejerció sobre ellos. No permitió que fueran estudios profesionales y auténticos. Condicionó a las casas encuestadoras desde el primer día. El resultado es que la encuesta se convirtió en un dedazo disfrazado.
Y es importante decirlo: ninguna encuesta puede sustituir el proceso de participación de unas primarias. Un ejercicio de primarias supone debate entre precandidatos, supone poner ideas sobre la mesa e incentivar a que la ciudadanía salga a las urnas. Una encuesta no hace eso. En ninguna democracia de calidad se sustituye la democracia interna de los partidos por encuestas. Algo similar sucede en el Frente que simuló unas primarias con algunos debates, pero al final no hubo participación en urnas y fue la encuesta, y la mayor competitividad de Xóchitl Gálvez, las que inclinaron la balanza. Y ya ni decimos en Movimiento Ciudadano, donde tanto Samuel García como Jorge Álvarez Máynez fueron ungidos sin competencia y con el dedo todopoderoso de Dante Delgado.
Y el tercer elemento es tal vez el más peligroso. Las encuestas, en su mayoría, tienen como objetivo político desmovilizar a una franja del electorado certificando la narrativa de Sheinbaum: este arroz ya se coció. Por ello, la candidata de Morena y de las rémoras Verde y PT, se atrevió a decir frente a los banqueros del BBVA que el 2 de junio ya es un mero “trámite”.
¿Qué supone que una posible futura presidenta vea el día de la democracia como un trámite?
Un desprecio absoluto por la participación de la ciudadanía. Un alineamiento de Sheinbaum a la estrategia peñista de 2012. Es inevitable que gane, hagas lo que hagas. Una elección decidida con anticipación en donde las encuestas, los políticos, los medios y opinadores son los que certifican que la elección es un mero trámite. Peña lo logró frente a López Obrador, aunque muchas encuestadoras quedaron retratadas como fraudulentas y aliadas a la estrategia del priista. Cuando yo veo las ventajas que dibujan algunas encuestas, pienso: harán autocrítica el 2 de junio. Nos dirán porque llevan dos años inflando números. En 2021 se equivocaron, pero no vi ningún tipo de autocrítica de un sector que está bajo sospecha.
Creo que las palabras de Sheinbaum podrían no ayudarle. Nunca ha ocultado su intención de evitar un alto nivel de participación. Ella sabe que, con el voto duro de Morena, tiene y le sobra mientras la participación se mantenga por debajo de la línea del 60%. Sin embargo, porcentajes altos de participación y la activación del voto útil podrían apretar las tendencias electorales en los próximos 15 días. Más allá de los dilemas políticos, llamar tramite a una elección es una falta de respeto a los millones de ciudadanos que saldrán a votar y a las decenas de miles que con su tiempo y dedicación permiten el voto en libertad. Sheinbaum resbaló y ya parece ser más parte de su talante autoritario que errores puntuales.