Cultura

¿Por quién vota la oligarquía?

Luis M. Morales
Luis M. Morales

De unos meses para acá, el presidente repite como un mantra que Xóchitl Gálvez es la candidata de la oligarquía. Su muñeca de ventrílocuo emplea la misma cantaleta para descalificar a la candidata opositora, tal vez porque tiene prohibido expresar ideas propias. Como las preferencias políticas de la oligarquía son materia de controversia, valdría la pena preguntar: ¿El pequeño club de magnates mexicanos condecorados por la revista Forbes ha reducido sus ingresos en este sexenio? ¿Acaso tiene ahora menos poder que antes? ¿Las grandes fortunas de México respaldan la candidatura de Xóchitl Gálvez, o más bien apoyan a Claudia Sheinbaum? 

En abril de este año, The Economist publicó un índice internacional sobre el capitalismo de cuates (crony capitalism), definido como “la situación en que los hombres de negocios se aprovechan de sus estrechos vínculos con el poder político, ya sea por medio de un marco regulatorio adverso a la libre competencia, o por el despilfarro de gobiernos corruptos”. En 2014 México ocupaba el séptimo lugar mundial entre los países azotados por esa lacra económica, pero el actual gobierno logró la hazaña igualitaria de ascendernos al quinto puesto, detrás de Rusia, República Checa, Singapur y Malasia. Bajo el yugo neoliberal, México era un país un poco más abierto a la competencia económica. Si la vieja oligarquía se lleva una tajada del pastel más grande que en tiempos de Peña Nieto, ¿por qué trataría de combatir a Morena? 

La satanización del lucro ha sido quizá la bandera más hipócrita de este gobierno. El presidente que fustiga a los académicos, a los intelectuales, a los científicos y a los jueces por defender privilegios que, según él, provocan una fuerte sangría de recursos públicos, ha mimado en cambio a los empresarios venales, otorgando tal cantidad de contratos sin licitación que nadie puede obtenerlos ya si no ofrece a los funcionarios de su gobierno moches más abultados que los de antaño. La embestida de López Obrador contra el INAI, que por fortuna ya está funcionando otra vez, gracias a la intervención de la Suprema Corte, buscaba impedir una rendición de cuentas que tal vez nos depare grandes sorpresas en el último tramo de las campañas electorales. Su empeño por convertir a las fuerzas armadas en corporativos empresariales apunta en la misma dirección: se trata de blindar al sector paraestatal de la economía contra el escrutinio de la sociedad, para que ningún ciudadano pueda fiscalizarlo. 

Los empresarios no forman un bloque homogéneo, pero es evidente que los contratistas vinculados con los altos mandos militares fueron los primeros en gritar: ¡Es Claudia! ¿Cuánto dinero habrán aportado para su larguísima campaña electoral? ¿Cómo pudo financiar desde 2021 una avalancha de publicidad tan obscena en bardas, espectaculares y redes sociales con los modestos donativos de los militantes morenistas? Quienes invirtieron sumas multimillonarias en este atropello a la equidad electoral esperan sin duda recuperar su inversión, como lo hicieron durante décadas cuando apoyaban a los candidatos presidenciales del partidazo. La oligarquía mexicana se siente a sus anchas en ese terreno, pues lo conoce a la perfección. De modo que las diatribas del caudillo y su favorita contra Xóchitl Gálvez se parecen mucho a la del pillo que después de embolsarse una cartera en la calle grita: ¡Al ladrón, al ladrón! 

La campaña de Sheinbaum es idéntica a las de López Portillo, De la Madrid o Salinas de Gortari, pero ha sido mucho más prolongada. En los próximos meses, sus estrategas seguirán intentando hacernos creer que la sucesión presidencial ya se decidió en la cúpula del poder. La entrega del bastón de mando a Sheinbaum y el omnipresente fotomontaje de AMLO apuntándola con el dedo proclaman sin rubor que se ha restaurado la monarquía sexenal hereditaria. Las amenazas de suprimir la autonomía del INE y controlar desde el Ejecutivo a la Suprema Corte de Justicia ejemplifican muy claramente la vocación autoritaria del nuevo partido hegemónico. Si en las elecciones del 24, Morena consigue la mayoría calificada en las cámaras, la nueva dictadura llegaría para quedarse. 

Pero quizá las ambiciones legítimas de millones de mexicanos libres, su terco empeño por vivir mejor, por hacer pequeños negocios ante mil obstáculos burocráticos y delictivos, puedan reventar ese enorme globo de gas, si Xóchitl Gálvez logra convencer a la mayoría de que esta elección no será una disputa de ricos contra pobres, ni de la izquierda contra la derecha, sino una lucha entre la voluntad de prosperar mediante el propio esfuerzo, como ella lo consiguió, y el afán de perpetuar un estancamiento económico que sólo beneficia a la plutocracia de siempre, a los narcos y a la nueva hornada de funcionarios corruptos.


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Enrique Serna
  • Enrique Serna
  • Escritor. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado las novelas Señorita México, Uno soñaba que era rey, El seductor de la patria (Premio Mazatlán de Literatura), El vendedor de silencio y Lealtad al fantasma, entre otras. Publica su columna Con pelos y señales los viernes cada 15 días.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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