Cultura

Lo espectral en "El resplandor"

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Los fantasmas son criaturas egoístas, almas monomaniacas que no han podido descansar, indiferentes al terror generado en quienes atormentan con su presencia. Y en ocasiones exhiben también, como en el caso de los seres sobrenaturales de El resplandor, la necesidad de perpetuar un ciclo de violencia.

Sin embargo, pese a que en entrevistas tanto Stephen King como Stanley Kubrick han dicho que dichos fantasmas no son imaginarios, es interesante considerarlos como ha hecho Mark Fisher respecto a otras obras espectrales, como expresiones de las neurosis, culpas o temores de la época. ¿Qué dicen entonces de la familia Torrance y del Hotel Overlook?

En el caso del padre, Jack, existe un nexo entre sus fantasmas y los deseos de cuya represión parecería culpar a su familia, como grita a Wendy en un exabrupto en el que la culpa de no haber podido ser hasta el momento un escritor reconocido. En su primer encuentro sobrenatural cede a la lujuria extramarital con el fantasma de una mujer desnuda que a medio beso se metamorfosea en una vieja diabólica, vuelve a recaer en el alcoholismo en sus encuentros con el cantinero Lloyd, y se persuade de asesinar a su familia conversando con el mesero Grady, doble fantasmático a su vez del antiguo cuidador del mismo apellido que asesinara a las gemelas de vestido azul que se le aparecen al niño Danny. Sin excepción alguna, los fantasmas que visitan a Jack encarnan las pulsiones que quizá lo llevaran a ser un alcohólico violento, desatadas nuevamente cuando el encierro extremo con su familia cancela cualquier escape de la cotidianeidad que pareciera detestar, y sus esfuerzos por trascenderse mediante la fama literaria se estrellan con su propia incapacidad, expresada en la escritura demencial durante cientos de páginas de la frase “All work and no play makes Jack a dull boy”.

En cambio para Danny y su madre, libres de las culpas que han corroído el alma de Jack, los fantasmas son presencias positivas aunque terroríficas, pues son en diversos momentos lo que les permite rasgar el velo del despotismo disfrazado de abnegación del patriarca, y si bien desatan en parte la locura asesina, también les permitirán en última instancia escapar a un asesinato del alma programado para durar el resto de sus vidas, si la unidad familiar jamás terminara de quebrarse.

Y el hecho de que el Overlook esté atrapado en este ciclo de violencia, así como el misterioso final donde Jack aparece como anfitrión en la fiesta del 4 de julio de varias décadas atrás, no solo parecerían denotar—como se ha señalado— el simbolismo de la masacre de los indios americanos en cuyos territorios se construyera el hotel, sino que parecería indicar una culpa de clase más generalizada, vinculada a la “carga del hombre blanco” a la que Jack hace referencia explícitamente. Como si la convivencia con fantasmas sanguinarios fuera el precio a pagar por el progreso y el culto al lujo que animan la rueda de hámster colectiva que perpetúa generacionalmente los excesos de todo tipo del capitalismo tardío. 

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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • [email protected]
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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