Cultura

Amor de replicantes

En su magnífico libro Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social, aparecido en 1934, Simone Weil escribe a propósito de La Ilíada que la guerra parece convertirse en un fin en sí mismo, y lo utiliza como alegoría de la tendencia humana a encontrar la forma de sistematizar el caos interno y el malestar: “Así, en este antiguo y maravilloso poema ya aparece el mal esencial de la humanidad, la sustitución de los fines por los medios. A veces la guerra aparece en primer plano, a veces lo hace la búsqueda de la riqueza, y a veces la producción; pero el mal sigue siendo el mismo”. Posteriormente, añade: “Aristóteles admitía que ya no habría ningún obstáculo para la supresión de la esclavitud si se pudieran encomendar los trabajos indispensables a ‘esclavos mecánicos’; y Marx, cuando trató de adelantarse al futuro de la especie humana, no hizo más que retomar y desarrollar aquella concepción, la cual sería acertada si los hombres estuvieran guiados por la consideración del bienestar”.

A casi un siglo de distancia, las revoluciones del cambio tecnológico que en efecto automatizan cada vez más labores humanas no parecerían traer consigo una mejora ni en las condiciones laborales ni en el nivel de vida, sino antes lo contrario. Sin embargo, la idea de Weil de la tendencia humana de entronizar a los medios y en ese sentido terminar por someterse a ellos (lo mismo a lo que Morris Berman ha llamado la adoración de los distintos “ismos”) se me hizo presente al leer una serie de noticias sobre los debates y problemas que se están suscitando por la muy creciente tendencia a sostener relaciones amorosas con entidades virtuales o de inteligencia artificial, que ya fue anticipada por la película Her, de Spike Jonze.

Al parecer, el boom de relaciones románticas con inteligencias artificiales se basa fuertemente en la posibilidad de crear una entidad que se amolde a los propios gustos y manera de pensar, es decir, a una especie de alter ego al que además se le puede dotar ahora de una imagen animada que puede incluso ser tan sexualizada como se desee (una especie de porno virtual individualizado o a la carta). Así, se obtiene una constante satisfacción y reforzamiento narcisista, sin incurrir en las complejidades de las relaciones humanas que, por cierto, todo apuntaría a que se han vuelto más difíciles e inestables precisamente a partir de la omnipresencia en la vida contemporánea de otra tecnología con un muy fuerte sesgo narcisista, la de las redes sociales.

Y al parecer también existen ya interminables discusiones y artículos online sobre las relaciones románticas con inteligencias artificiales, con los respectivos bandos de quienes sí las consideran relaciones en toda regla, frente a quienes consideran que esto no es así; quienes las consideran una alternativa a la epidemia de soledad versus quienes consideran que agravan dicha epidemia de soledad al aislar otro tanto más del contacto humano a las personas, y así sucesivamente. Con lo que parecería que más que un medio para en efecto ofrecer compañía o refugio se convierten en un fin más que produce en conjunto nuevamente mayor angustia y malestar.

Y que igualmente funciona para tapar lo que quizá sea el problema real detrás de todo esto: el absoluto dominio de los barones de las nuevas tecnologías sobre nuestras vidas (en un artículo se referían a Silicon Valley como la verdadera Estrella de la muerte de la vida contemporánea), pues parecerían ir siempre un paso adelante en cuanto a nuevas formas para engancharnos y centrar la vida y la discusión en las nuevas tecnologías que, de lo que sí no queda ninguna duda, es de que sirven siempre para enriquecerlos otro tanto más. 


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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
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  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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