En el vasto tapiz de la existencia, cada hilo entrelazado representa una decisión, un momento, una elección.
A menudo, nos encontramos en la encrucijada de la duda, preguntándonos si la senda que hemos elegido es la correcta, o si, en algún recodo del camino, hemos errado.
Pero, ¿qué significa realmente errar? ¿No es acaso cada decisión una manifestación de nuestra esencia en ese preciso instante? La filosofía, en su eterna búsqueda de respuestas, nos ha brindado múltiples perspectivas sobre el acto de decidir.
Desde los estoicos, que veían el destino como una serie inquebrantable de eventos predeterminados, hasta los existencialistas, que creían firmemente en la libertad del ser humano para forjar su propio camino, la cuestión de nuestras decisiones ha sido un tema recurrente de reflexión.
Sin embargo, si nos detenemos a considerar la idea de que todo ocurre exactamente como debió haber sido, nos encontramos con una perspectiva liberadora.
Esta noción nos sugiere que, independientemente de las vicisitudes y desafíos que enfrentemos, cada decisión tomada, ya sea con certeza o duda, es la correcta en su contexto. No porque esté predestinada, sino porque es el reflejo genuino de nuestro ser en ese momento.
Mirar hacia atrás con remordimiento o arrepentimiento es un ejercicio fútil.
Cada "error" percibido es, en realidad, una lección, un paso necesario en el viaje de autodescubrimiento y crecimiento.
Si abrazamos la idea de que cada elección es la correcta, nos liberamos de la pesada carga del arrepentimiento y nos permitimos vivir con autenticidad.
En lugar de lamentar lo que podría haber sido, celebremos lo que es.
Aceptemos que, en el gran esquema de la existencia, cada decisión es un pincelazo en el lienzo de nuestra vida.
Y, al igual que en una obra maestra, no son los trazos individuales los que definen su belleza, sino el conjunto, la armonía de cada elección, cada momento, cada decisión.
Así, invitémonos a abrazar la filosofía de la inevitabilidad de nuestras decisiones.
Reconozcamos que cada paso que damos, cada elección que tomamos, es exactamente lo que debió haber sido y aprendamos a amar nuestro destino.
Porque en este vasto océano de la existencia, cada gota, por muy pequeña que parezca, es esencial para la inmensidad completa de nuestra vida.
