La mano extendida con la palma hacia el frente, doblar el pulgar y cerrar el puño. Un grito silencioso escuchado por miles de mujeres. Alicia Villarreal no necesitó el micrófono para que su llamado de auxilio tuviera eco. La cantante, que denunció por violencia a su ex pareja Cruz Martínez, tomó el escenario de su concierto en Michoacán para exponer su caso.
La regia llevó el gesto hasta el público grupero, un género musical relacionado con la hombría, en el que ha roto esquemas en sus tres décadas de carrera y ahora lo hace una vez más.
El que una cantante con su influencia y trayectoria se haya visto en la necesidad de manifestarse de esta manera es una muestra de que ni el estatus ni la fama, hace que una mujer sea inalcanzable para la violencia machista.
El miedo y la tristeza se ven en la mirada de Alicia. Su presunto atacante, que es líder de la agrupación Kumbia Kings y productor ganador del Grammy, tiene una orden de restricción, aunque más de una vez ese papel no ha significado nada.
Con esa señal, Alicia pide ayuda, pero también envía un mensaje a todas las mujeres que son violentadas: aunque no puedan hablar, no están solas.
El gesto surgió como una necesidad durante la pandemia de covid-19. La Canadian Women’s Foundation la creó debido al incremento en los casos de violencia doméstica en el aislamiento, así, las víctimas podían comunicarse de manera discreta para solicitar apoyo sin poner en alerta al agresor.
Ese movimiento construido en la sororidad ha salvado vidas. Prueba de ello es Majo Robles, una joven oaxaqueña que mientras realizaba una transmisión en vivo para promocionar su mercancía en venta era violentada por su pareja, así que alertó con la mano a sus seguidoras, quienes reconocieron el llamado y pidieron apoyo a las autoridades. El agresor fue detenido. Majo había intentado escapar, pero solo fue posible hasta ese día, gracias a ellas.
Tres movimientos de la mano pueden marcar la diferencia entre la tragedia y la salvación.