La libertad de expresión no es una carta abierta para difundir discursos de odio. Javier El Chicharito Hernández no emite solo una opinión más en las redes sociales, se convierte en el vocero de la manósfera, ese movimiento que promueve el sistema patriarcal que oprime y violenta a las mujeres y se esparce como maleza en la virtualidad, pero con consecuencias reales.
Porque el contenido no se queda en las plataformas digitales. Se materializa en conductas misóginas todos los días: desde la discriminación, el acoso, el abuso hasta el feminicidio. Y eso no es una exageración. Hoy todavía se pone a las víctimas en el banquillo de las acusadas: qué hacía, a qué hora, dónde estaba, cómo vestía… en búsqueda de una respuesta que permita justificar al agresor y culpar a las mujeres de la tragedia.
Eso es lo que perpetúan mensajes como los del delantero de Chivas: las mujeres deben estar en casa y atender a los hombres. Y la desobediencia se paga hasta con la vida.
No es un video más en Tik Tok, es el posicionamiento de una figura pública contra la igualdad de género. Es un discurso de odio que cobra relevancia por quien la expone. Niños y adolescentes consumen este contenido nocivo de un personaje que tiene el poder de influir en sus millones de seguidores. Lo que diga importa, porque sus palabras hacen eco en quienes solo buscan el respaldo de quien sea para excusar su violencia. No es una simple perspectiva personal, riega ese terreno virtual que cultiva el desprecio a la libertad de las mujeres y castiga su participación en la vida pública.
El mensaje del futbolista es parte de la maleza machista que se propaga por las redes sociales. Imposible arrancar de raíz, se esparce y crece rápidamente en una comunidad resentida por los espacios ganados por las mujeres.
Ante esta hierba mala, hay que sembrar conciencia de género, empatía y sororidad, hasta que no encuentre más mentes fértiles para prosperar.
