Mi maestra dice que los Mayitos y los Chapitos nos tienen sitiados”, interrumpe una niña de once años en una conversación en la fila de una tortillería en Mazatlán, Sinaloa. Con la seguridad de saber qué significa lo que escuchó en su salón de clases, a su corta edad comienza a aprender sobre grupos del narcotráfico y a ser partícipe de esas pláticas ya rutinarias en el estado, a más de 80 días del inicio de una guerra que parece no tener fin.
Y es que a estás alturas, es casi imposible proteger a las infancias de este escenario violento en la entidad. Más de 380 homicidios, entre tiroteos y cuerpos abandonados en la vía pública -incluso frente a una escuela en Culiacán-, muestran el recrudecimiento de una pugna que mantiene en alerta a la ciudadanía, misma que ha tenido que aprender a continuar sus jornadas en esta nueva normalidad.
Como el lunes, cuando jóvenes salieron a jugar futbol en una cancha de Alturas del Sur, en la capital sinaloense, sin imaginar que el partido sería interrumpido por un intenso tiroteo; los jugadores, así como sus familias, entre ellos niños, corrieron despavoridos en busca de resguardo.
Ese mismo día, en el fraccionamiento Paraíso Marina en Mazatlán, hombres armados interceptan un automóvil y bajan a sus ocupantes, entre ellos un niño, que implora a los criminales que no se lleven a sus padres, y ante las súplicas sólo dejan ir a la madre, que corre a abrazarlo y se quedan solos consolándose en la avenida desierta.
También en el destino turístico, el domingo 28 de octubre, se desató una balacera en la avenida Óscar Pérez Escobosa; en una taquería, otro niño llora mientras escucha los disparos, “papá, ¿son balazos? ¿no me va a pasar nada?”, se le escucha decir con voz temblorosa en un video.
Un preescolar culiacanense ha realizado simulacros de balacera con sus alumnos, y emitido recomendaciones para cuidar a los menores: no hablar sobre el tema frente a ellos, evitar que usen redes sociales donde puedan ver material violento; validar sus emociones y hacerlos sentir seguros. Pero, ante la magnitud de la situación, ¿es posible protegerlos?
Durante décadas, el narcotráfico había extendido sus raíces bajo tierra, y ahora ha salido como maleza. Este es el Sinaloa en el que están creciendo niñas, niños y adolescentes, obligados a normalizar vivir en zona de guerra criminal.