En este momento, estoy con los últimos detalles de una charla que tiene por objetivo fortalecer el sentido de pertenencia en una organización. El tema es bastante interesante, pero trae su jiribilla: hay que clavarse en la dimensión intrapersonal, luego en la interpersonal, y después desmenuzar el entorno (cultura y clima organizacionales).
Es ese tipo de eventos donde todo puede salir muy bien, o muy mal, pues la vibra puede afectar el ánimo, y los objetivos planteados pueden no alcanzarse. Pero, hey, siempre se hace la lucha.
La manera más conveniente de hablar del sentido de pertenencia, es desmenuzando el concepto de actitud.
De acuerdo con John C. Maxwell, “la actitud es un sentimiento interior expresado por el comportamiento”, y eso determina todo en la vida de las personas: su enfoque ante la vida, la calidad de sus relaciones, el éxito o fracaso profesional.
Pero lo complicado de esto, es que ese sentimiento es resultado de un proceso sesgado de los estímulos que se reciben del entorno; es decir, la persona, al interpretar algo que le ocurre, y le imprime al evento emociones que no están directamente relacionadas, sino con experiencias pasadas no resueltas o no sanadas.
Por ello, cuando hablamos del sentido de pertenencia a una organización, en realidad nos referimos al conjunto de emociones que se generan en la persona, que detona sentimientos, y que a su vez genera comportamientos.
Y entonces, la pregunta obligada es, ¿cuál es el catálogo de estímulos, intencionalmente elegidos por la organización, para generar emociones que encuadren los sentimientos de los colaboradores?
Y, atención, aquí está una gran parte de la chamba para psicólogos, comunicólogos y especialistas en RRHH.
Sí, las actitudes organizacionales se construyen, y un grado máximo, estamos hablando del perfil de una personalidad corporativa, que, sin pretender cambiar el temperamento y el carácter de las personas, representa los valores y compromisos de la empresa.
Entonces, promover un mayor sentido de pertenencia, implica dar seguridad, por medio de elementos tangibles e intangibles, para que, por decisión propia, las personas asuman la actitud más conveniente, para ellos según la promesa de realidad que la empresa propone. ¿Está fácil, no?
Luego te cuento cómo me fue.